Homenaje a un gran vecino, D. Juan Tamames

“D. Juan Tamames, un hombre que se exige mucho a sí mismo: culto, independiente, librepensador, sutil, sensible y amante de la naturaleza”
Enrique Garza Grau.- En el Instituto Cervantes se archiva un documento que recoge la petición hecha el 7 de abril de 1966 por la Asociación de Propietarios y Amigos del Pinar de Abantos a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, solicitando la declaración del Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial como conjunto histórico-artístico. En el acta de la asamblea de la academia se menciona que resulta insólito que, precisamente, sean los propietarios de terrenos y edificios quienes, anteponiendo sus intereses económicos a su amor por las bellezas del paisaje, tomaran la iniciativa en esta acertada y no suficientemente reconocida solicitud.
A pocos metros del hogar de la inteligencia más preclara del siglo XX, Ortega y Gasset, en el Hotel Mirando Suizo, bajo un tragaluz de vidriera con cristales plomados que da forma a lo que el profesor Ramón Tamames definió como el “Monasterio de El Escorial” esta mañana soleada, que asocia los azules y verdes otoñales y ensombrece los bancos de granito de Floridablanca, con el apodo de “Gloria de España”. El cielo de este sábado de frescor postveraniego se acurruca a la sombra de los castaños, mientras que los cálidos reflejos de luz calientan en esta mañana tibia de azul unamuniano, los bancos de granito que guardan los secretos y besos de los sanlorentinos desde hace siglos.
En dicha petición, la asociación defendió, con un profundo sentido de la historia y amor a las bellas artes, que las edificaciones fuera de tono, tan en boga por desgracia, podrían perjudicar la armonía del conjunto histórico-artístico. Sin embargo, este ideal se ha logrado sólo en parte, ya que la postmodernidad parece priorizar lo útil sobre lo bello.
Según el profesor A. Maestre, Ortega acuñó en El Escorial su teoría sobre la división social entre el “hombre masa” y “minorías excelentes”. Don Juan Tamames pertenece, sin duda, a este segundo grupo del díptico. Por ello, la igualmente excelente asociación le otorgó la medalla de oro, impuesta con gran cariño por su amigo y actual presidente, Felipe Díaz Murillo. Ante la dictadura de lo vulgar, el brillo y la luz de la excelencia son el resultado de la vida del D. Juan Tamames, un hombre que se exige mucho a sí mismo: culto, independiente, librepensador, sutil, sensible y amante de la naturaleza, en contraste con el hombre masa, vulgar, acomodaticio y doctrinario.
Una vez inaugurado el acto, Felipe Díaz Murillo cedió la palabra a Ramón Tamames, quien compartió algo que solo los espíritus sensibles entienden por completo: “Desde que era niño, cuando llegué a El Escorial, lo primero que vi fue el Monasterio, y luego la naturaleza”. Se puede imaginar a Ramón recorriendo la lonja en su coche y acercándose de inmediato a la Herrería, mientras su mirada se perdía en los pardos, verdes y ascendentes sueños de Rembrandt.
Otro hombre libre, culto y rebelde, elogió la enorme generosidad y nobleza de su hermano Juanito, entendido en un sentido orteguiano como honradez y autoexigencia casi ascética. Con su característico sentido del humor, Tamames dijo de la asociación que era “generosa, cicatera y hospitalaria”. España, a pesar de los intentos por imponer una cultura de la vulgaridad, se funde en la fragancia de lo sublime.
España, por mucho que se empeñen los militantes en la cultura de la vulgaridad, se funde en la fragua de Grecia y Roma, allí nació la costumbre de hacer los discursos de agradecimiento a los dioses e invitados en los postres; en el renacimiento, alma de El Escorial, en los banquetes era costumbre demostrar las dotes de oratoria en el momento de relajación que surge en los postres. La Asociación reservó ese momento para escuchar los discursos de Felipe Díaz Murillo, José María Alfaro y, como no, de Juan Tamames. No digo su edad por respeto, pero tengo que destacar la memoria casi insultante que posee, produce vértigo y esperanza escucharle con su inteligencia y memoria de opositor adolescente, contó su primera visita al Escorial acompañado por D. Juan Abello, en 1945. Tres años después volvió en tren con su hermano Ramón. Conoció a su esposa Maria Amor, ahora con pelo de plata y belleza de Julio Romero de Torres, serena y morena, en 1969. Se casó en San Lorenzo, en un sitio peculiar, la iglesia de los padres Redentoristas (ahora Centro de Proceso de Datos).
Amigos como, la guapa e inteligente arquitecto Victoria Polo siempre hábil, fuerte, elegante, sensible y elegante; tuvo unas entrañables palabras para Juan, a las que se sumaron varios miembros de la asociación. Entre los asistentes se encontraba Emmanuel Tamames, digno hijo de Juan y María Amor; quien supo trasmitirle su amor y orgullo filial; Paloma de Ramón-Laca (Sra. de Alcocer); José Antonio Vara, gran concejal de cultura, muy querido y respetado por la asociación y como no, por sus vecinos; Menchu Meyer y Olga Tamames Meyer; Felipe Marcos; Luís Miguel Robles; Ignacio Redondo y su madre Marichelo. Y, casi un centenar de miembros y amigos de la asociación; un grupo extraordinario camino de su encuentro en la búsqueda de la Belleza. Enhorabuena Juan que extendemos a la Asociación de Propietarios y Amigos del Pinar de Abantos. l