Victorino Martín: La leyenda que nace en Galapagar

ENRIQUE GARZA GRAU.- La historia de la mítica ganadería de los Victorinos tiene su origen a pocos kilómetros de San Lorenzo de El Escorial, en nuestro pueblo vecino, Galapagar. Allí nació Victorino Martín Andrés, patriarca de una estirpe ganadera y figura irrepetible: un hombre hecho a sí mismo, forjado en el esfuerzo, noble en carácter y dotado de una inteligencia natural extraordinaria.
Victorino padre pertenece a esa generación que sobrevivió a la crudeza de la Guerra Civil —ese espectro que recorrió España sembrando dolor durante décadas—. De aquella experiencia trágica surgió una estirpe de luchadores infatigables, curtidos en la adversidad, dotados de una picardía e instinto de supervivencia fuera de lo común. Victorino fue uno de ellos, y con su visión y tesón cimentó una leyenda que hoy no solo perdura, sino que crece de la mano de su hijo y heredero, mi querido amigo y compañero.
De ese legado brota una nueva generación, fiel a los valores fundacionales: la encarna nuestro entrevistado, Victorino Martín García. La vida nos cruzó en la infancia; compartimos pupitre y sueños, y fue la tauromaquia quien mantuvo vivo nuestro vínculo durante décadas.
Si tuviera que definirte, Victorino, diría que eres un hombre profundamente arraigado al paisaje, a la raza y al alma de la tauromaquia. Sereno y honesto, con la sobriedad castellana que confiere carácter, y con una capacidad de análisis templada por el amor a la naturaleza y la belleza del toro bravo. Llevas la dehesa en la sangre, como si caminaras siempre sobre su tierra.
Te toca responder, Victorino.
Como muchos jóvenes de Galapagar y otras localidades, viniste a estudiar a los Agustinos durante los años setenta. Después estudiaste Veterinaria, llegaste incluso a ser novillero, y hoy estás al frente de la Fundación del Toro de Lidia, impulsando la tauromaquia del siglo XXI. ¿De qué forma te marcaron aquellos años en El Escorial y en nuestro colegio?
Mis años como alumno del Real Colegio Alfonso XII han sido fundamentales en mi formación como persona y por supuesto han sido la base de los valores que me han regido a lo largo de mi vida. El centro educativo dirigido por padres Agustinos, fomentaba la disciplina, la formalidad, el compañerismo y separaba claramente el tiempo de estudio y el de recreo, fomentando la actividad física.
Entré con apenas diez años recién cumplidos para cursar 5º de EGB y tras ocho años y aprobar la selectividad, salí del colegio para estudiar veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid.
Entonces había tres regímenes de escolarización, interno, externo y mediopensionista. En un principio era mediopensionista. Todos los días me trasladaba desde Galapagar junto a otros estudiantes, comíamos y merendábamos en el colegio y volvíamos a casa ya de noche en época de otoño e invierno.
Estábamos separados por edad en tres secciones, pequeños, medianos y mayores.
Los horarios lectivos estaban orientados pensando en la vida de internado. Teníamos horario partido con un largo recreo a media jornada de casi tres horas, en las que nos trasladábamos a las cercanas instalaciones del “Bosquecillo”, donde el colegio tiene unas amplias instalaciones deportivas donde jugábamos al futbol, al tenis y al baloncesto.
La educación, conocimientos y valores que recibí durante los ocho años que estuve en el Escorial, han marcado mi vida.
¿Cómo fue posible que tu padre, un hombre sencillo y luchador, llegara desde Galapagar a comprarle al ganadero José Bueno la mítica ganadería del Marqués de Albaserrada?
Mi padre perteneció a una generación que tuvo que crecer en un ambiente de extrema necesidad, en el que las oportunidades eran escasas y había que aprovecharlas.
Su infancia estuvo marcada por la contienda civil española. A las penurias que sufrió la población, se sumó la muerte de su padre, víctima de guerra el 7 de Noviembre de 1936, cuando apenas tenía seis años.
También fue alumno del Colegio Alfonso XII, pero muy poco tiempo. Desde muy temprana edad empezó a trabajar junto a su madre y hermanos para sacar adelante a la familia. Realizó diferentes oficios relacionados con la ganadería, pero pronto se especializó en la compra-venta de ganado y especialmente de raza de lidia. En una de esas compras el 18 de Agosto de 1960 se encontró con el primero de los tres lotes en que estaba dividida la ganadería de Escudero Calvo Hermanos. Su afición a los toros y su conocimiento de los orígenes y evolución de las distintas ganaderías de lidia, fue lo que le impulsó a comprar la joya genética, que aunque descuidada, ponía el destino a su alcance. Tardó cinco años en adquirir los dos restantes. El segundo lo adquirió en el año 62 y el último en Diciembre del 65.
Los años sesenta fueron clave para el despegue de vuestra ganadería. Han pasado más de cuatro décadas. ¿Cómo ha cambiado la tauromaquia en todo este tiempo? ¿Qué transformaciones más profundas has percibido?
En realidad hace 65 años que mi padre empezó a trabajar con la ganadería que hoy lleva su nombre. La tauromaquia como reflejo de la sociedad ha sufrido muchos cambios en este tiempo. Desde mi punto vista el cambio más profundo ha tenido que ver con la gran mejora que ha experimentado el toro que se lidia hoy en día. Y en ese cambio ha tenido mucho que ver la figura de Victorino Martín Andrés. En todo lo referente al toro, marca un antes y después.
Eres un hombre de campo, de paisaje, de viento y de lluvia. Cierra los ojos e imagina una España sin toro bravo, sin corridas, sin su cultura taurina. ¿Cómo ves entonces esas dehesas, esos cortijos, esos caballos cabalgando junto al toro?
Los toros como la gran fiesta del mundo rural que es, está en el punto de mira de una parte de una sociedad cada día más urbana y desconocedora de la realidad del campo.
El movimiento animalista basado en la doctrina del australiano Peter Singer, pretende igualar al hombre con los animales. Para ellos el ser humano no debe utilizar a los animales para absolutamente nada. Ni para alimentación, ni para vestimenta, ni para ocio e incluso para investigación. Proponen un cambio drástico de la sociedad tal y como la conocemos. El humanismo que es el pensamiento que nos hace ser lo que somos, daría paso a un nuevo ordenamiento del planeta que desconocemos, pero que podría ser muy peligroso para el devenir de los humanos como especie.
Las ideas animalistas están cada día más presentes en nuestro día a día. La población del mundo desarrollado viene mostrando desde hace tiempo una clara tendencia a concentrarse en ciudades y a abandonar el mundo rural.
El abandono del campo nos plantea problemas de difícil solución, que cada día se están agravando de manera considerable, por lo que es urgente encontrar soluciones.
La TORO bravo por todo lo que representa, es seguramente uno de los símbolos que estas corrientes animalistas les gustaría destruir. Defender la tauromaquia en nuestros días es sinónimo de defensa de la libertad y de defensa de viabilidad de nuestra forma de vida.
Me gustaría preguntarte: ¿qué cambios crees que necesita hoy la tauromaquia? ¿Qué debe transformarse para que no solo no se pierda, sino que se arraigue entre las nuevas generaciones de poetas, pintores, arquitectos y jóvenes que puedan vivirla y comprenderla?
Creo que la corrida no debe cambiar sustancialmente. Precisamente su importancia se basa por el mantenimiento de un rito antiquísimo que tiene vigencia en nuestros días.
En lo que sí debemos mejorar es el aspecto organizativo y de comunicación. La sociedad debe conocer realmente todos los valores que el mundo del toro aporta al colectivo. Es importante que expresemos sin complejos lo que somos y que exijamos a los poderes públicos un trato igualitario y justo con respecto a otras actividades culturales similares.
Por último, aquí, en El Escorial, tus antiguos compañeros aún te recuerdan con afecto. ¿Qué recuerdos personales guardas tú de ese trozo de tu vida?
Son muchos los recuerdos personales que guardo de mi etapa en San Lorenzo.
Empezando por los compañeros, los profesores, los juegos y deportes practicados en la Lonja y el Bosquecillo, mis escapadas a la cabaña que teníamos en el monte, las partidas de mus en el casino…
Pero la sensación que me queda es que he sido un privilegiado por haber estudiado en el Real Colegio de Alfonso XII en el Monasterio de San lorenzo del Escorial.