Nuestro mercado, lugar de encuentro…

Fdo. del Campo Fernandez-Shaw.- Ya anuncié hace un par de artículos que nuestro mercado municipal (sí, ese que lleva más de 25 años “a punto de”) requería un artículo especial; y voy a hablar en plural, en homenaje a mi hermano quien sigue en la brecha insistiendo, insistiendo aunque reconoce que hay veces que se le quitan las ganas. Es el que más sabe, pero también sabe que coincidirá conmigo en el 99% del contenido.
Y es que, entre otras razones, hace unos días un buen amigo envió a mi teléfono una serie de imágenes de un nuevo mercado en Portugal, diseñado por un estudio de arquitectura espectacular, en un entorno urbano novísimo, como modelo de “lo que tiene que ser un mercado actual”… A mi juicio, el edificio parecía un gran espacio frío, gris (ese era el color de su megalítica estructura de hormigón), más apto para una biblioteca, o un museo, o
Pero es que al día siguiente, bendita casualidad, me hicieron llegar el suplemento de un diario nacional, cuya portada titulaba “la ciudad lucha por mantener su esencia”
Y pensé que esto no podía esperar más.
Llevamos muchos años intentando que nuestro municipio recupere, rehabilite y revitalice (¿se acuerdan de la teoría del prefijo “re”?) una de las joyas que tenemos: nuestro mercado público, cuya planta baja es una joya atribuida a Juan de Villanueva, entre 1797 y 1803 y que, según testimonio del ilustre arquitecto Javier Feduchi en su libro “Mercado Público El Repeso [San Lorenzo de El Escorial, Madrid]”, “su nivel inferior ya nos da idea del carácter representativo que la casa pretende tener. Así se observa en su fachada principal, toda de sillares de piedra granítica, con su acceso configurado por un gran arco central, escarzano y adovelado, dejando a cada lado dos pares de huecos rectangulares recercados de cantería. Cuatro arcadas constituyen los frentes del patio interior, de planta simétrica y rectangular…” ¿Cuántos mercados hay así en el mundo?
Y por ser honestos, nos consta que la actitud de la alcaldía que gobernaba en su momento fue colaborativa, incluso se llegaban a ilusionar con la idea… pero
¿qué ha ido pasando? Nada. No ha pasado nada en 25 años (en un contexto en el que los anteriores comerciantes también tuvieron su responsabilidad y no la quisieron / supieron aprovechar), más que un acelerón hace un par de años, más obligados por razones administrativas y políticas que por convicción propia.
Es esta última reflexión la que más nos importa o más nos debería importar.
Es la convicción que se ha de tener, desde la responsabilidad de dirigir el comercio municipal, de contar con un espacio único y con personalidad propia
, un lugar de encuentro de clientes, de proveedores y de empresarios del sector
, una plaza donde converjan gustos, inquietudes,
un ágora donde los ciudadanos disfruten de la oferta de productos y servicios especializados, de una gastronomía de calidad, de un espacio para sus celebraciones y eventos
o/y de una escuela de oficios ligada (o no) a la hostelería. Y cultura, y arte, y moda, y
Sabemos de lo que hablamos.
Porque no se trata de recuperar determinadas tiendas y profesiones ya desgraciadamente perdidas, no. No volveremos a tener un comercio especializado (o sí), a nuestro juicio, adjetivo éste que se antoja esencial para el futuro del comercio en general y de nuestro mercado en particular. Se trata de saber lo que se quiere, de tener un proyecto de pueblo, de ciudad o de municipio, como lo quieran llamar. De aplicar lo que llamamos los “valores añadidos” de cada pueblo, ciudad o municipio que le hace diferente, quizá único, pero siempre con una personalidad propia, diferenciadora y atractiva. Se trata de que los responsables municipales y la asociación de empresarios sepan lo que falta y donde falta, de analizar cómo “regar” zonas sin comercio de proximidad, de ejercer de “agentes comerciales” que atraigan a empresarios jóvenes (o maduros) escuchando su plan de negocio y su proyecto de viabilidad
Y, además, nuestro mercado puede ser ese motor, esa fuerza comercial que tire del resto del comercio local y que produzca ese efecto “vertebrador” de reactivación de zonas urbanas, sino hundidas, sí heridas de gravedad.
En una oferta brutal de supermercados, de medianas superficies, etc. el espacio singular y diferenciador de un mercado especializado cobra una importancia máxima al producir también un “efecto llamada” sobre un comercio minorista y también especializado, de empresarios locales procedentes de nuestro entorno más próximo, de pueblos cercanos, de nuestra comunidad autónoma
como ya hay algún local a pie de calle que lo atestigua.
Sobre las casas viejas denominadas “La Veeduría”, propiedad de la comunidad jerónima (1797), que luego se denominó “Casa de la Carnecería y Peso Real” (ese era su nombre original en 1803) y posteriormente “Mercado de El Repeso” (así se llamó bien entrado el s.XIX), ha de basarse la revitalización comercial de nuestro pueblo. Lo sabemos. Lo hemos comprobado en muchos otros barrios, pueblos y ciudades.
Que mantengamos su nombre o lo cambiemos a “Mercado del Escorial”, “Mercado de Carlos IV”, “Mercado Real” …incluso “Mercado de San Lorenzo” es lo de menos, por ahora… Para ponerle un nombre, la criatura ha de (re)nacer, existir y tener viabilidad.
Hace bastantes años, unos muy conocidos almacenes, para su área de supermercado, sacó a la luz un lema que decía algo así
: “Señores clientes, vengan y no dejen de visitar nuestro mercado tradicional de toda la vida, con productos frescos, naturales y atendido con profesionalidad…” Y así siguieron otros super e hipermercados. ¿Estamos locos? ¿Lo estamos viendo día tras día y no hacemos nada teniéndolo en el corazón de nuestro pueblo? ¿Queremos hacer algo al respecto? Aprendamos de los errores pasados.
Podría ser una aventura apasionante. Muchos no lo veremos, pero merecerá la pena.