¡Nos vemos en las ferias!
J. C. SaiNz de los Terreros (Representante del Duendecillo Bolilla).- Frase muy habitual en este Real Sitio, hace ya bastantes años, durante la celebración de las Ferias y Fiestas en honor de su Patrón San Lorenzo.
Hoy, cuando las de este año están a punto de comenzar, el relato del duendecillo lo dedica a recordar a aquellas otras Ferias y Fiestas, muy añoradas y que no volverán, y que el conoce muy bien, pues no se las perdía ningún año.
El FERIAL se instalaba, unos años en la calle Floridablanca, con las atracciones mecánicas en la Plaza del Ayuntamiento, y otros en el Paseo de Terreros.
Todos los días, los que más madrugaban, eran los GIGANTES Y CABEZUDOS, que con sus bailes y música, disfrutaban los niños y no tan niños.
Del FERIAL, una de las cosas que más llamaba la atención del duendecillo, eran aquellos tenderetes de “quita y pon” que instalaban los vendedores ambulantes, en los que con la familia y viviendo en ellos, recorrían pueblos y ciudades ofreciendo una variada mercancía, para que padres y abuelos pudieran comprar el regalo por las Fiestas, a hijos y nietos. Recuerda con cariño dos juguetes que le gustaban mucho: el Carrito de la Basura, de madera blanca, caballito de cartón, escobita y campanita, y el Nicanor tocando el tambor, con sus “ruidosas melodías”.
Había CONCURSOS interesantes y curiosos, como el de Albañilería, con premios de dos mil pesetas-mucho dinero en aquellos años, o los de beber cerveza y comer bollos. De estos últimos, tiene anotado el duendecillo, que en los celebrados en 1960 en Los Jardincillos, uno de los ganadores se bebió trece botellas de cerveza en treinta minutos, mientras que el otro, se comió, a palo seco, treinta y nueve piezas de bollería en treinta y nueve minutos. Y los dos, sin ningún problema posterior.
En cuanto a GASTRONOMÍA, era variada y especialmente dulzona. Desde aquellas rodajas de coco, las chufas y el palulú, refrescados con el agua de una regadera, hasta las almendras garrapiñadas y los torraos, “fabricados” a la vista del público, en grandes cacharros de cobre, pasando por los grandes martillos de caramelo, las manzanas coloradas caramelizadas, a las que costaba hincar el diente, los pirulís de La Habana, de punta fina, “el que se come sin ganas” o “el que no lo compra, no lo jama”, como pregonaban sus vendedores.
Y para refrescarse, allí estaba el carrito amarillo de “Los Valencianos”, ofreciendo su gran surtido de helados, polos, limón granizado y horchata.
Pero el producto gastronómico de más éxito entre todos los públicos, era el algodón de azúcar, también conocido como “seda de hadas”. El duendecillo recuerda que frente al entonces teatro Lope de Vega, hoy Real Coliseo de Carlos III, se instalaba un puesto que ofrecía un algodón gratis, si eras capaz de meter una “perra gorda”, diez céntimos de entonces, en un pequeño vasito, colocado en el fondo de un gran frasco de cristal lleno de agua. Muchos lo probaban, pero pocos lo lograban, y la “perra gorda” en el fondo se quedaba.
Y allí estaban las grandes TÓMBOLAS, llenas de regalos de todo tipo. Destacaban la de los Hermanos Cachichi, ”la que siempre toca, siempre toca, si no es un pito, una pelota”. Y la de Pastrana, “cuando no te toca un cubo, te toca una palangana”.
Pero especialmente los niños, lo que trataban de conseguir en ellas, eran los famosos “Perrito piloto”, y la “Muñeca Chochona”, o los grandes peluches, que los padres tenían que soportar en brazos hasta llegar a casa, y luego buscar un lugar para ubicarlos, cosa que no era fácil.
Para los jóvenes, el gran atractivo eran los TIROS AL BLANCO, con aquellas escopetas pasadas por miles de manos, con las que se podían conseguir, además de presumir de buena puntería, aquellos chicles redondos Bazzoka. ”El que siempre en la boca, se estira y explota”, o los cigarrillos agujereados por el perdigón, o diversos premios tirando a los patitos en fila de a uno.
Pero el más visitado para hacerse un “SELFI” de aquella época, era el tiro al blanco de Jesusín, en donde si conseguías dar al botón negro metálico, cosa nada fácil, saltaba el flash y te hacía una foto, de la que te entregaban una copia en blanco y negro. Muchos gurriatos guardan algunas de ellas,
No faltaban los CABALLITOS, donde disfrutaban los niños, y los AUTOS DE CHOQUE, donde lo hacían los jóvenes y no tan jóvenes.
Pero la atracción que más asombraba al duendecillo, eran aquellas BARCAS/COLUMPIO, que impulsadas por el movimiento de los valientes usuarios, alcanzaban gran altura, y que para frenarlas, un fornido operario tenía que aplicar un grueso tablón de madera sobre la quilla, lo que lograba tras varios intentos.
Y como anunciaba el programa, todas las noches BAILE POPULAR, para niños, jóvenes y mayores, gurriatos, veraneantes y foráneos.
Eran otros tiempos. Ahora ya no se escucha en este Real Sitio, eso de ¡NOS VEMOS EN LAS FERIAS!