¡No me hace caso! ¿Estará sordo?
Juan Burgos García.- Los que convivimos con perros, directa o indirectamente, seguro que hemos escuchado o repetido esta frase en alguna ocasión con preocupación, a o hartazgo. En el parque o de paseo por el campo observamos a alguien que corre y grita detrás de un perro con la dignidad que le permite la condición física en la que se encuentre. O peor aún si es a nosotros a quien nos toca correr y desgañitarnos detrás repitiendo su nombre.
Evitando el tremendismo, debemos plantearnos que la “sordera selectiva” de nuestros buenos amigos puede convertirse en un serio problema. Un perro que no atiende a su dueño resulta un potencial generador involuntario de multitud de situaciones desagradables.
Afortunadamente la inmensa mayoría de los perros no sufren una patología que les provoque esa sordera a la que nos referimos, salvo excepciones que muchas veces tienen que ver con la edad. Por lo que, sin duda alguna el problema de base viene derivado de la falta de formación y responsabilidad de los propietarios, y por ello debemos emplear todos los esfuerzos posibles en formarnos y educar a nuestros perros.
Su educación básica pasa en un porcentaje muy elevado de ocasiones por aplicar el sentido común, y en concreto la atención a la llamada y a las indicaciones del dueño se consigue principalmente a través de la confianza y la generación de un vínculo positivo entre los dos, sin necesidad de grandes dosis de técnica.
Podemos recurrir al reduccionismo, explicando que como humanos mostramos interés por aquellas personas que nos generan seguridad y confianza, resultándonos interesantes o atractivas en función de nuestros gustos y/o necesidades. Construyendo una escala personal de prioridades que en mayor o menor medida podemos satisfacer por nuestra propia cuenta o con la ayuda de otros.
Pues de una forma muy parecida se comporta el mecanismo que genera el interés en los perros y establece sus prioridades, aunque de una manera más básica y muy relacionada con los instintos. La histórica relación de dependencia que existe entre el perro y el ser humano hace que podamos aprovechar algunas de sus necesidades básicas para captar su interés frente a otras motivaciones externas, y así intentar convertirnos en su principal prioridad.
Aunque parezca básico y obvio, muchos de los problemas derivados de esta “sordera selectiva” vienen por no cumplir algunas de las siguientes pautas del “menos común de los sentidos”:
Si quieres que acuda a tu llamada, NUNCA utilices su nombre para corregirle. Lo asociará
Junto con el tono a una situación negativa, y evidentemente tardará en acudir por lo que le pueda pasar.
Asocia su nombre o la orden que utilizas para llamarle con algo positivo, chuches, caricias, juego, palabras alegres.
Si tarda en llegar, cuando consigas que vuelva NO le regañes, aunque sea lo único que te apetezca en ese momento.
NO vayas detrás, llámale con actitud y tono alegre, aunque sea lo último que te apetezca en ese momento. Si vas detrás puede interpretarlo como una amenaza, o como un juego (pilla pilla).
Se constante y justo en tus decisiones, al igual que a nosotros a ellos también les confunde la falta de coherencia.
Responsabilízate de su educación, disfrutaréis juntos. Y si no te ves capaz, busca la ayuda de un profesional serio y acreditado.