Miralmonte
José Ruiz Guirado.- Ante la generosa invitación de D. Javier Perea Unceta, a colaborar en la nueva publicación Crónica de Abantos, no podía no sólo negarme, sino apoyarlo, en esta ocasión, con el título del nombre de la calle, en la que di mis primeros pasos, MIRALMONTE. Una de las calles más populares, del sanlorentino BARRIO DEL ROSARIO. Traigo al recuerdo aquello que decía Jorge Luis Borges, recordando sus calles, que lo hago propio de la mía; No las ávidas calles,/ incómodas de turba y ajetreo,/sino las calles desganadas del barrio,/casi invisibles de habituales.
Y así era mi calle, excesivamente larga, o significativamente corta, según se mire. Tres viviendas, separadas por un callejón, y un bajo con una carpintería, junto a un pozo, cerrado por un portal de altas puertas de metal ,de color verde. Al fondo, un arroyo, tras del cual se abría un prado extenso que acaba en el pinar. De ahí su exceso o defecto. Por delante un breve terraplén que acaba en otro edificio y lo continuaba el puente, que cruzaba la calle de Juan de Toledo (Carretera de Guadarrama). A la parte de atrás, la Travesía del Matadero, donde estaba instalado el propio Matadero Municipal (hoy día Biblioteca y Escuela de Música). Quien haya vivido allí, no puede olvidar los lastimosos mugidos de las reses que traían los caminos de ganado y dejaban en los corrales, hasta su sacrificio al día siguiente, cuando despertaba el día. No voy a referir el sangriento ritual de la matanza. Ya lo hice, dentro de las páginas de una novela, en la que se describía aquello. Todavía tuve oportunidad, en mis últimos días en el Barrio, de escuchar las dulces notas de los instrumentos musicales, en contraste con aquellos urgentes lamentos, barruntándose los animales su final.
El M.I. Ayuntamiento de San Lorenzo del Escorial, allá por el año 2002, siendo su concejal de Cultura, don José Antonio Vara, publicó una Crónica del Barrio del Rosario, de quien suscribe, con excelentes ilustraciones del impagable y excelso amigo, Félix Bernardino Arias, quien nos abandonó hace ya unos años. Quizá se pueda encontrar en esa publicación (posiblemente en los archivos de la referida Biblioteca), alguna apreciación más extensa, de cuanto se pueda ofrecer en este breve escrito. Si puedo decir que, el Barrio, estaría divido en tres partes, claramente diferenciadas: La Casa del Reloj, El Barrio del Matadero y del Rosario, (con la plaza de toros, el Colegio Carlos Ruiz y la Ermita de Nuestra Señora de Rosario) con la prolongación hacia la calle Francisco de Orellana. Hacia la carretera de Guadarrama, El Zaburdón (siendo por aquellas calendas Basurero Municipal) y el Hospital Antituberculosos (Hoy día Hospital del Escorial).
Cientos de personajes, muchos ya desaparecidos, con sus historias particulares. Crónicas que contar. Vivencias que revivir. Y un ‘modus vivendi’ hoy día impensable de recuperar. De aquel Barrio, de aquella calle, quedan los nombres. Al igual que han sido sustituidas algunas míseras viviendas por construcciones más modernas. Nos volvemos a acoger a BORGES: Hacia el Oeste,/el Norte y el Sur/ se han desplegado -y son también la patria- las calles;/ ojalá en los versos que trazo/ estén esas banderas
No llegará en está mínimas estrofas a recordar esa calle. Sin embargo, no dejará de estar en nuestras retinas aquellas luces, aquellas personas, aquellos oficios o aquellos momentos que nos hicieron sentir felices y personas. En estos momentos tan convulsos, en los que está viviendo la humanidad, sin patrias, sin referencias, sin raíces; tenemos un pueblo, al menos un pueblo, San Lorenzo del Escorial, un barrio, el del Rosario y una calle, Miralmonte, donde asirnos, como referencia de un pasado; mirando con optimismo hacia un futuro. l