¡Mamá! me voy a jugar a la calle
J. C. Sainz de los Terreros (Representante del Duendecillo Bolilla).- El pasado verano, los nietos fueron a visitar a los abuelos que vivían en una confortable casa con jardín. El primer día, el abuelo se los encontró a todos sentados en el salón, uno jugando con la tablet, otro con el teléfono de la madre, otro con el ordenador portátil del padre, y la más pequeña con una consola. Con voz mandona, el abuelo les dijo: ¡Eh, chicos, todos fuera de aquí!. Dejad los “juguetes” y al jardín, que en verano es donde hay que estar, salvo que llueva a cántaros.
A regañadientes, los nietos salieron al jardín sin saber qué hacer ni a qué jugar.
En un momento dado, el abuelo se asomó para ver qué hacían y se los encontró cogidos de la mano, formando un círculo, y al preguntarles cómo se llamaba el juego, el mayor le respondió: Abuelo, no es un juego. Estamos rezando para que llueva a cántaros, y así poder entrar en casa para seguir jugando.
Remontándonos muchos años atrás, esta situación se produciría a la inversa, rezando los niños para que no lloviera y así poder disfrutar jugando en la calle. Lo hacían con frío o calor, pero la lluvia era su peor enemigo. Y jugaban en la calle con aquellos simples juguetes, fabricados, la mayoría, por ellos mismos o sus familiares, sin pilas ni mandos a distancia, ni manual de instrucciones, ni garantía, pues duraban años y años.
En aquellos tiempos, en este Real Sitio, era muy habitual escuchar la frase: “¡Mamá! me voy a jugar a la calle”.
Todos los días, había siempre un momento, después de merendar y hacer los deberes, para que los niños salieran a las calles y plazas del pueblo y jugar un rato antes de la cena, disfrutando mucho con sus amigos y vecinos.
Y los domingos y festivos, la Lonja del Monasterio se convertía en un gran “estadio”, sede de numerosos juegos, especialmente en la zonas de tierra que existían en ella, antes de que la enlosaran totalmente en 1969.Otras mini-sedes se localizaban en las plazas del Ayuntamiento, de los Jardincillos, de Santiago, en el Paseo de Terreros…
Para participar en los numerosos y variados juegos, solo era necesario tener ganas de divertirse, estar bien físicamente, y sobre todo tener gran destreza en manos y pies, y en otros casos saltar bien y tener buen tino.
El duendecillo disfrutaba mucho observando el gran espectáculo de la Lonja, desde lo alto, en el tejado del Real Colegio Alfonso XII donde tenía y tiene su buhardilla/duendería, en la que vive hace cientos de años.
Durante varios días fue tomando nota de los numerosos juegos que se practicaban por las niñas y niños gurriatos, aunque es posible que se le escapara alguno. Esta es la relación que figura en sus apuntes, sin distinción si eran de niñas o niños, pues la mayoría podían jugarlos tanto unos como otros, e incluso conjuntamente.
Las TABAS, con sus cuatro posiciones de Jete, Panza, Rey y Verdugo, también conocidas como Huito, Culito, Correa y Chicha. Era fundamental que fueran de un carnero.
Las CHAPAS, unas futbolistas, otras ciclistas, y otras de pilotos de carreras. Se las lijaba para que se deslizaran mejor y más rápido.
Las CANICAS, de barro, arcilla, cristal y metal, con las que se jugaba a varias competiciones, siendo el GUÁ la más practicada.
El ARO y la RUEDA, con varilla de metal para dirigirlos.
Los CROMOS y el mercadillo de cambio que se organizaba, en donde se escuchaba eso de “este es difícil de conseguir y te cuesta tres de los tuyos”.
Los ALFILERES, para el que se tenía que tener gran habilidad para conseguir muchos.
El CHITO, la CALVA, la TOÑA, el TACÓN, este último con buenas tachuelas para que se desplazara rápido sobre la piedra.
El DIÁBOLO, el YOYÓ, TRES EN RAYA, la RAYUELA o AVIÓN, A PIES QUIETOS y el HULA-HOOP.
El tradicional y muy antiguo SALTO DE LA COMBA, buena manera de hacer ejercicio.
El del TELÉFONO, para hablar con dos latas unidas por un hilo. ¡Igual que ahora!
Las CUATRO ESQUINAS, el PILLA PILLA, la GALLINITA CIEGA, el
PAÑUELO, un, dos, tres, al ESCONDITE INGLÉS y el TULA, tú la llevas.
Con balones, el BALÓN TIRO, el BALÓN PRISIONERO, y especialmente los grandes partidos de FÚTBOL con balones de trapos “made in casa”.
La GOMA, POLIS Y LADRONES y la MANGANTERA o CHURRO.
Necesitando tener “buen ojo”, estaban las PISTOLAS DE PINZAS DE TENDER LA ROPA, los TIRACHINAS y los CANUTOS con munición a base de bolitas de papel, granitos de arroz…
Y dos, muy manuales, para jugar con los dedos de la mano, como EL CORDEL haciendo figuras como la “cuna de gato” o la “tortuga”, y EL COMECOCOS, para el que solo era necesario tener un papel blanco.
En zonas con terraplenes, se practicaba el CULI COCHE, deslizándose desde lo alto sentado sobre un cartón. Y en invierno, bajando las cuestas gurriatas nevadas. La de El Hielo era una buena “pista” para hacerlo.
Uno de los juegos más populares practicados especialmente por los chicos, aunque también había chicas muy expertas, era el del TROMPO o PEONZA, con grandes especialistas en su manejo. Existían diversas formas de jugarlo, sacando monedas de un círculo, mayor duración bailándole en el suelo o haciéndolo sobre la palma de la mano… Se personalizaban con dibujos sobre la madera realizados por sus propietarios, y a la cuerda utilizada se la denominaba zumbel, zurriago o látigo.
Pero el juguete callejero más deseado era el KART, para poder practicar el automovilismo por el pueblo. Podían disfrutar de él los más “manitas” o los que tuvieran un familiar “ingeniero”, para poder construir “el bólido” con unas cuantas maderas, una cuerda como volante y, fundamental, cuatro rodamientos de acero como neumáticos, a prueba de pinchazos.
Con ellos se alcanzaban altas velocidades por las cuestas de las calles Velázquez y Calvario como circuitos.
También en las anotaciones del duendecillo, aparecen apuntadas otras aficiones de aquellos años de las niñas y niños gurriatos, como eran los RECORTABLES, la construcción de BARCOS con las cortezas de los pinos, y la cría de GUSANOS DE SEDA, tratando siempre de encontrar morera para alimentarlos.
Otra afición entre las niñas, era la confección de pulseras con tiras de plástico y con hilos de metal de los cables de teléfono.
Esta es la pequeña historia de como jugaban los niños gurriatos hace muchos años, junto a sus amigos, al aire libre y con juguetes muy baratos. Hoy ya no se les ve jugar a la comba, ni a pídola, ni en grandes partidos en la Lonja… Todo eso ha pasado a formar parte de la historia de este Real Sitio, y muchos sanlorentinos recordarán, con nostalgia, aquellos momentos vividos “jugando en la calle”.