Los dos robles

Legajo (Archivo General de Palacio, Casas y Sitios Reales, leg. 258, ff.411,412 y 413 croquis).
VICENTE M. ROSADO.- Cuando Felipe II decidió el lugar donde asentaría y construiría su obra, primero adquirió, como es sabido, la dehesa de la Herrería. En ella quedaría emplazado el Monasterio, pero según avanzaba la obra, paralelamente otra necesidad sería la que dispusiera la correcta distribución de las tierras del entorno.
Lo que Su Majestad se encontró a su llegada fue una pequeña aldea, como tantas otras de Castilla, pocos vecinos, huertos dispersos, pequeña cabaña ganadera, prados cercados sin ningún orden, apenas intercambio de comercio, etc., y todo esto había que organizarlo, lo que se llama Ordenación del Territorio.
Para ello, con su secretario Pedro de Hoyo, trataron a buscar un buen punto geográfico lo suficientemente alto como para tener una visión general del terreno, y decidir la mejor disposición que pudieran tener las diferentes zonas que se encontraban en torno al Monasterio que iba emergiendo.
Y lo localizaron en una llanada que mostraba una excepción al evidente descenso de la falda de la montaña, no muy distante de las obras y desde el cual tendrían la pretendida visión de conjunto.
Así, un frío día de invierno, 27 de febrero de 1565, tras organizar el paseo con la comitiva correspondiente, se dirigieron al lugar. Suponemos fuera un terreno similar a la Machota del Pico del Fraile, agreste y nula espesura arbórea, típico de terrenos de media ladera montañosa, y ante este escenario, resaltaba algo muy concreto: dos robles.
Esta posición fue, y considerando las existentes edificaciones aún es, cota de otero alto y dominante, un pradillo en saliente. Ese día, pienso no debió ser un “día de campo encantador”, y me figuro al Secretario tomando notas con apremio y sin pretender fuera entendible, de las señales que le iba redactando Su Majestad.
El resultado de esta salida campera fueron 13 folios escritos, como he dicho, burdamente con precipitación (de transcripción muy dificultosa y que su reproducción completa esta publicada en la obra de mi autoría Deslindes Escurialenses. Los Documentos, M.I. Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial, 2021, pp. 60-69), al que quedó complementado con un esbozo, también hecho con celeridad, de la Herrería y posiciones circundantes, destacando tachones, rectificaciones, y entre otros puntos de interés, fundamentalmente una indicación rotulada con “donde su Mgd sube a la vista”. Hay un colectivo que aún dudan de la existencia de la Silla de Felipe II.
El documento/legajo (Archivo General de Palacio, Casas y Sitios Reales, leg. 258, ff.411,412 y 413 croquis), trata de los diferentes temas que deberían resolverse y que de hecho se cumplieron fielmente.
Se inicia con el texto siguiente y precisando el contenido: “Lo que esta mandado y platicado que convernia hazer para que lo de entorno del monasterio de S. Lor el Real y de la dehesa de la Herrería quedase bien compuesto y adornado, guardandose la intencion que cerca de esto da su Majestad, es en la manera que sigue, en fin de febrero 1565”.
Se citan las tierras que deberían permutarse y/o compensar con los vecinos de las aldeas próximas para la buena composición, por donde deben ampliarse los límites de la Herrería y otros pradillos, lo que debería ser modificado para beneficio real y monacal, etc., e importante en esta crónica: por donde debería quedar señalada la cañada. Todo ello, ya cómodamente en su monasterio de Prestado, Felipe II fue anotando al margen del documento sus pareceres, propósitos y objetivos.
Pero nuestros protagonistas son “dos robles”, y sobre ello y por su trascendencia, en una parte del documento se señala: “Puestos en una linde que esta un poquito mas hacia el Campillo de los dos robles que están en el viso encima del taller y casa de la traza, parece que echada una linea a buen ojo hacia el Escorial, que ira por un barranquillo abajo a dar a la esquina de la viña de los menores …”. A lo que Felipe II anotó al margen: “Han de quedar dentro de la dehesa los dos robles” (Reproducido y encuadrado el texto citado en letra de Felipe II y Pedro de Hoyo).
Por mis sucesivas y adicionales investigaciones de las demarcaciones que tuvieron lugar en el siglo XVI, la posición de “los dos robles” está localizado en el cruce de las actuales calles de Faetones y San Francisco. Antaño, este paraje, sin las edificaciones existentes, fue una cota alta y dominante de todo el escenario y entorno escurialense.
El Licenciado Gerónimo de Ortega fue el encargado de llevar a cabo lo determinado en el documento que estamos tratando, que entre las diversas zonas térreas, también quedo señalizada la “cañada”. Esta quedaría marcada desde el puerto de San Juan de Malagón hasta llegar a la cañada que rodeaba la Fresneda por el noroeste (actualmente la rotonda que se encuentra a la entrada de la Granjilla). Sería el límite demarcatorio entre la nueva dehesa de la Herrería, ampliada en su origen y propiedad de los jerónimos, y lo que sería la dehesa boyal hasta el arroyo del Barrancón, donde los vecinos de El Escorial tendrían sus ganados.
Ambos laterales de la cañada, distanciados por 40 varas castellanas, a su paso por la actual población, quedaron señalados por las calles de Hernández Briz y Claudio Coello, y pasando por “nuestros dos robles” (aclaración: nunca por la calle de Floridablanca, como algunos autores sitúan sin base documental. Se indicará la razón del error).
A partir de aquí, más de 200 años después, la cañada tendría un papel protagonista y que cambió el futuro de ambas poblaciones escurialenses, que se le denominó “Pleito de los Apeos”, y que será tratado en próxima crónica.
Actualmente se encuentra solicitado y en proceso de consentimiento por parte de la correspondiente concejalía del gobierno municipal, el emplazar una lápida/placa conmemorativa, con la leyenda del hecho, de “los dos robles”, ese otero alto y dominante desde donde Felipe II, con su secretario López de Hoyos, diseñaron, decidieron, compusieron y se tomaron decisiones relevantes que moldearon la comarca escurialense, y que nunca ha sido tratado ni reconocido durante 460 años. La historia está en deuda. l