Las tres cruces
Vicente M. Rosado.- Presidiendo el circo escurialense, a modo de inmenso Calvario, hay tres cruces que Felipe II mandó colocar en los riscos del contorno conmemorando la consagración de la Basílica, cuyo hecho se había alabado el 30 de agosto de 1595, y además, terminación de las obras del Monasterio (en infinitas ocasiones “ostentado” en 1584, aunque esta fue la última piedra).
En un principio eran de madera y forradas de láminas de hierro, siendo la más occidental la cruz de la Merinera, asentada en la loma del mismo nombre, entre los pasos existentes del siglo XVI a ambos lados de dicha loma, denominados camino a la Cereda y el del puerto de San Juan de Malagón, y erróneamente denominada de Rubens, debido a uno de tantos bosquejos de los varios que existen (conozco tres y solo uno tiene cruz), en el cual está representado el monasterio desde un punto cercano del puerto de San Juan de Malagón, con una cruz en primer término. En realidad, es el supuesto lugar desde donde se sentó el artista y por ello fue colocada el 16 de noviembre de 1967 una placa conmemorativa, desaparecida en 1991 y sin haber sido renovada.
La siguiente, designada como cruz Del Medio, también De la Risca, y Del Despeñadero, debe sus nombres al estar situada en la parte superior de la risca de las Cabras. Y la tercera, que actualmente está asentada en el risco de Abantos, particularmente pienso que su emplazamiento original fuera en el risco de La Mira (conocido como la casita del teléfono). Esta apreciación (sin documentación que acredite uno u otro risco) razono que la vista que presentan desde la Lonja, el risco de Abantos quedaría alejado respecto al resto y fuera del encuadre, y siempre desde mis respetos a los que la posicionan en este (imágenes representadas en el mismo orden que referidas).
Hemos iniciado esta crónica refiriendo que la razón del asentamiento fue “conmemorar”, por lo que históricamente se ha supuesto que fue en 1595, pero hay un documento que nos hace revisar la fecha del montaje en lo que hasta ahora se venía publicando, y es la siguiente: Cuando Felipe II dotó al Monasterio del heredamiento del Tobar, cual fue adquirido antes de 1569, es en el deslinde que se realizó el 13 de junio de 1595, cuando al referir el mojón 64 se describe de esta manera: “Y luego prosiguiendo adelante siempre a media ladera se pasó el arroyo del Cervunalejo del Buitre = Y luego se siguieron hasta el carril de la entrada del puerto (…) quedando por deslinde y límite de la dicha heredad todo el arroyo que dicen del Tovar que tiene principio su manantial junto a la cruz del puerto de San Juan de Malagón hasta la peña de Valdarrago” (AGP, Sección jurídica. leg. 1964, expte. 24). La cruz citada es la cruz de la Merinera, y el manantial es el que metros más adelante se une al arroyo del Tobar (Cervunalejo del Buitre en el texto). Observarán la discrepancia de las fechas. Si en junio de 1595 ya existía la cruz, no pudo ser posicionada en agosto solemnizando el hecho referido. Dejémoslo ahí.
Otra referencia histórica nos sitúa en la descripción de una de estas cruces, cual es un relato contemporáneo y con la siguiente narración: “ … que habían sido plantadas tres grandes y altas cruces, y aunque el acceso era muy difícil, entusiasmado con ello, había ordenado unos días antes preparar el camino de tal manera que se pueda recorrer fácilmente en coche (…) se sentó allí en lo más alto de ellas sosteniendo esta cruz (…) Esta cruz, como las demás, era de madera cubierta con hojas de hierro, para protegerse de la lluvia, en cuyas hojas grabe mi nombre con la punta de un punzón que tenía en mi espada y la fecha del día, mes y año en esta forma 1514/1196, lo que significa 1596 el día 14 del undécimo mes, que es noviembre. Hecho esto, descendimos todos hacia el dicho Campillo …” (Jehan Lhermite, Le Passetemps, Tomo I, Genève, 1971, pp. 312 y 313). Siquiera con todos estos detalles, no se conoce la cruz referida, e incluso, visto desde una perspectiva actual, dudamos que con “unos días antes”, se pudiera componer el existente camino de herradura para ser transitable para coche de caballos, y máxime, que Su Majestad no gozaba de buena salud dos años antes de su muerte.
A los treinta y tres años de su alzamiento, yacían caídas por el paso e inclemencias del tiempo. Por este motivo, en 1627, el Prior del Monasterio solicita sean de nuevo erigidas con cargo a las arcas de la comunidad.
Es un año o dos después cuando Rubens sube al puerto a realizar el bosquejo (recordemos que una de las pinturas que conocemos fue pintada en su estudio y atribuible a un discípulo) y presenta la cruz, aunque no significa que estuvieran ya levantadas, pues por cédula de Felipe IV de 1639, exige se repongan.
Aun así, es en 1672 cuando la Administración Real comunica al Prior la obligación que le corresponde de reponer las tres cruces que se indicaron en la cédula cursada hace treinta y tres años, la cual señalaba “… que se pongan las cruces en la sierra, que han de ser tres; como está asentado y estipulado”, a lo cual el prior P. Marcos de Herrera contestó “asi lo hace”. Finálmente en 1968, gracias a la intervención de unos escurialófilos, se comprometieron a reponer las tres cruces inexistentes en ese momento. En consecuencia, fueron construidas en tubo de hierro, tres metros y medio de altura, y destacados en los brazos los años correspondientes de 1595 – 1968. Y valga esta crónica para recordar a los que costearon la obra: la cruz de la Merinera con cargo a los hermanos Herranz, empresarios de líneas de autobuses; la cruz Del Medio a expensas del comediógrafo D. José López Rubio; y la del risco de Abantos sufragada por el urólogo Dr. D. Alfonso de la Peña. La labor de asentamiento en el terreno corrió a cargo de los canteros escurialenses Hermanos Estévez.
Ahí están bien, y que continúen.