LAS SIN SOBRERO de Tania Balló
MIREN ZAITEGUI URMENETA.- Quienes disfrutamos del hábito de la lectura hemos pensado y compartido en muchas ocasiones qué es lo que nos aporta ese ejercicio casi místico de bucear por las páginas de un libro. Hay quien cree en los ratos de ensimismamiento que nos exige ir paseando la mirada renglón a renglón hay algo de huida, de olvido de la realidad; otros, en cambio ponen el acento en la posibilidad de conocimiento, de ejercicio mental por una propuesta de alguien ajeno y hay quienes sencillamente leen y gozan sin detenerse en su significado.
¿Y tú qué buscas en los libros? Yo, mucho, casi todo de lo que me interesa. Información, testimonio de una historia, la aventura de la prosa que nos dice tanto de quien la crea y siempre la posibilidad del paréntesis, también de la huida de la realidad para mejor digerirla.
Como la lectura del periódico, el repaso de las noticias es en ocasiones el espejo doloroso de la idiotez humana o el valor ocasional de la buena gente.
En fin, la lectura nos abre mundos personales, compartidos, a veces inéditos, hermosos o desconcertantes pero sobre todo nos habla de la pasta con la que estamos hechos. Ya sea ficción o repaso de la historia, la lectura nos une en lo común y también en lo que nos hace únicos. Por eso me gustan las biografías y el título de hoy podría ser una propuesta biográfica de un grupo de mujeres a las que tenemos que seguir reivindicando. Con la misma o mayor tozudez con la que las hemos ignorado durante demasiadas décadas.
Recomendar las Sinsombrero es tener presente a Margarita Manso, Marga Gil Roöesset -sobre cuya vida hablamos hace poco a propósito de un libro de Marga Clark-, Concha Méndez, Maruja Mallo, Ángeles Santos, María Zambrano, María Teresa León, Rosa Chacel, Ernestina de Champourcin y Josefina de la Torre, todas ellas parte de un universo femenino gozoso que fue protagonista de la preguerra civil y que nos devuelve a un tiempo con talento y luz.
Artistas plásticas, dramaturgas, novelistas y pensadoras, espíritus libres cuyo legado debemos reivindicar porque, tal y como se dice en la contraportada del libro de Tània Balló, sin ellas, la historia no está completa. Repasar la vida de estas mujeres nos ayuda a redondear el relato de una historia que se nos había quedado coja y ausente de muchos talentos.
Tiempos como el que le tocó vivir a Concha Méndez, nacida en 1898, campeona de natación, poeta, dramaturga, guionista, editora, impresora y un sinfín de cosas más, quien cuenta cómo un amigo de su padre que preguntó a su hermano qué iba a ser de mayor y al ver que no se dirigía a ella le dijo: yo voy a ser capitán de barco, a lo que é le contestó “las chicas no son nada” y le tuve siempre un odio horrible a aquel hombre.
Del olvido al que se sometió a estas y otras muchas mujeres se refiere la autora al reconocer que en las imágenes de la llegada de Rafael Alberti a España tras sus años de exilio, ella reconoce que nunca había reparado si estaba su esposa María Teresa León porque “yo no sabía ni que existía”.
Otra perla que recordó en su día la poeta Ernestina de Champourcin cuando un muchacho le dijo: “Si no juegas al bridge, no bailas, entonces ¿para qué sirves?”.
Y así en cada perfil se repiten episodios y detalles duros vividos por estas mujeres por el desdén con el que fueron tratadas. Este recuerdo es, además, una reivindicación, una llamada de atención para no olvidarlas. l
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