La princesa renacentista. Descubriendo a Juana de Austria, hermana de Felipe II
IRIS ARCE.- En el verano de hace ya algunos años, comencé una de las tantas biografías sobre Felipe II, que me había recomendado el dueño de la librería Azorín, arriba en la calle Joaquín Costa. Enfrascada en la lectura del emperador y, llegando hacia la mitad del libro, quedé enredada en un retrato de su hermana pequeña, Juana de Austria. Es el retrato de una mujer joven de belleza delicada y vestida en raso negro, con una saya completa según la moda de la segunda mitad del siglo XVI; tiene la cabeza muy erguida y un rostro de piel algo marfileña o transparente, enmarcado por un cuello alto. No estoy segura de que vaya vestida de viuda: el negro se consideraba un color delicado, cargado de connotaciones aristocráticas y en la Casa de Austria, de pompa y magnificencia.
Es cierto que puede verse como una figura distante de nosotros en tiempo, espacio y condición, pero me sumergí con fascinación en la historia de Juana, y descubrí por ejemplo que para Marañón esta mujer fue «quizá la más interesante de todos los Austrias españoles», a pesar de su condición femenina y segundona: la tercera hija del matrimonio imperial, con todo lo que conllevaba de subordinación a las razones dinásticas, primero de su padre el emperador y luego de su hermano, el rey Felipe II.
Viuda muy joven del rey de Portugal, regresó a Castilla dejando a su hijo recién nacido, -al que nunca volvió a ver- en la corte portuguesa. En 1554 Felipe II decide casarse con María Tudor y antes de emprender un largo viaje a Inglaterra, elige a su hermana pequeña como Regenta de Castilla. Juana gobierna con sabiduría e inteligencia en España durante cuatro años en los que también se hizo cargo del cuidado y la educación de su sobrino Carlos, hijo de Felipe y María Manuela.
Gestionó con brillantez asuntos comprometidos de índole política, económica, militar y religiosa y sabedora de su posición subordinada y circunstancial, diseña su posterior situación en la corte: un asunto que resolvería con la creación del monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. De las opiniones de la época sobre su personalidad, podemos hacernos una cierta idea: «bella y distinguida», «española de maneras altivas» para el embajador Paolo Tiepolo, «algo masculina» a tenor de su demostrada voluntad, distancia y hermetismo para otros.
Juana fue además responsable de la creación de una sólida y potente imagen pública de sí misma. Hay retratos suyos de Sánchez Coello, Antonio Moro o Sofronisba Anguissola, y un número importante de retratos menores en medallas, camafeos, grabados o esculturas. Es más que probable que en la concepción de esas imágenes, la princesa participara de forma consciente y activa. Para el historiador Fernando Marías, las representaciones de Juana de Austria se convirtieron en un claro exponente del retrato de la mujer de estado.
Uno de los aspectos más fascinantes de la vida de la princesa fue su pertenencia a la orden de los jesuitas. Juana de Austria es- que sepamos- la única mujer en la historia que ha podido pertenecer a esta orden. Se acercó a la compañía de Jesús de la mano de uno de sus miembros principales, Francisco de Borja. A pesar de ser una orden en la que no tenían cabida las mujeres, la infanta luchó por unirse a ellos y, finalmente, fue aceptada por Ignacio de Loyola, aunque siempre se mantuvo en secreto y tuvo que adoptar una identidad masculina bajo el nombre de Mateo Sánchez primero y Montoya después. Increíble historia…
Política notable, regente, mujer de estado, fundadora de las descalzas reales, mecenas del arte, gran coleccionista ella misma, musicóloga…y jesuita secreta. Muerta a los 36 años en San Lorenzo, fue una de las figuras más relevantes del renacimiento español, y sin embargo no fue merecedora de una biografía propia hasta 1955. Afortunadamente, en los últimos años se ha multiplicado el interés por su figura, tanto en lo que se refiere a su biografía política y religiosa como a su condición de coleccionista y mecenas. En todo caso, nos quedan sus preciosos retratos, como ella quiso.