La mandíbula de cachalote del Gabinete de Historia Natural

Mandíbula en el antiguo Gabinete de Historia Natural de R.C. Alfonso XII.
DOMINGO PEREA UNCETA (Asociación Antiguos Alumnos R.C. Alfonso XII).- El Gabinete de Historia Natural del Real Colegio Alfonso XII es depositario de numerosos tesoros naturales, que esperamos describir en esta publicación en sucesivos artículos, como ya hicimos en el número de agosto con el herbario de Graells.
Un tesoro señero por su origen, antigüedad y naturaleza es una impresionante mandíbula de cachalote (Physeter macrocephalus Linnaeus, 1758). Se trata de dos piezas de 2-3 m de longitud de un maxilar inferior de cachalote sin dientes. Actualmente, pueden contemplarse colgadas con sus cadenas y herrajes originales en la pared testera del Gabinete; si bien, no siempre estuvieron ahí, pues fueron cambiando de ubicación en el monasterio, según atestiguan diferentes documentos fechados desde 1605, que sitúan estas piezas en lugares como las cocinas o el Patio de Reyes. Nuestro naturalista M.P. Graells cita en su libro Las ballenas de la costa oceánica de España (1889) que las vio sobre la puerta de la bodega del monasterio.
El P. Fray José de Sigüenza relata la llegada al monasterio en 1575 de estas quijadas de descomunal bestia, cuya captura, naturaleza y entrega a Felipe II explica en el discurso VIII de su Historia del Monasterio del Escorial. Se trata de la mención más antigua que tenemos de la captura de un cachalote en aguas españolas. Reproducimos a continuación la pintoresca cita del Padre Sigüenza en dos párrafos, en el primero narra la captura y llegada al monasterio del animal:
“Diré otro particular tras este (alguno se holgará de saber estas menudencias): estando aquí el Rey y la Reina doña Ana con las señoras Infantas doña Isabel y doña Catalina y los dos Príncipes Alberto y Wenceslao, hermanos de la Reina, este mismo año de 1575, trajeron las quijadas de aquella descomunal bestia, que vino a morir a la Albufera de Valencia, que llamó el vulgo pez mular, siendo cosa tan distinta; porque no he visto quien haya hecho memoria de esto, la daré aquí brevemente, pues están presentes los fieles testigos de este monstruo de naturaleza, y no nos espanten sus obras admirables cuando las refieren autores graves, y en ellas alabamos al Criador. Día de Corpus Christi, el año antes, apareció muerta en aquella playa esta disforme bestia; tenía ciento cincuenta palmos en largo, la corpulencia, o grosez, o ancho por el medio, como una torre que sería en contorno como unos cien palmos, la cabeza tan grande que podían estar siete hombres en el cóncavo de los sesos, por la boca entraba un hombre sobre un caballo […]; dicen que más allá del Estrecho de Gibraltar le tiraron desde una nave con un cañón fuerte y le quebraron una ala; herido, con la rabia y furor entró por la canal del Estrecho, dando espantosos bramidos, y llegó hasta esta playa, donde murió. Fue cierto que en muchos días no se tomó un pez en ella, porque huyeron todos, bien fuese del miedo, bien del mal olor que dejó la corrupción en el agua.”
En este segundo párrafo describe el cachalote con minuciosidad y hace referencia a lo que se conocía en la época sobre estos animales, (el citado Gesnerio no es otro que el reputado e influyente naturalista suizo del s. XVI Conrad Gessner):
“[…] las quijadas que están aquí, a nuestros ojos, colgadas, cada una tiene diez y seis pies de largo, a veinte dientes por banda, algunos de a media vara, los más menudos de a palmo; los ojos como dos rodelas, y dos alas como de galera cada una, los miembros de la generación (por lo que le llamaron pez mular), de desmesurada grandeza; […] Algunos curiosos dicen que este pez es de los que llaman Lamias, por la grandeza y por otras partes que se asemejan a las de éste; le llaman Lamia por el gran tragadero o garganta, y también le llamaron Carcario, por la aspereza y agudeza de los dientes; dicen que se ha visto de tanta grandeza que no lo podían llevar dos carros, hechos pedazos, y que se han hallado hombres enteros dentro, y que creen sería de este género la bestia o ballena que trajo Dios para que se tragase a Jonás. En Isaías y en Jeremías, donde se hace memoria de Lamias, no se entiende de estos peces, sino de otros monstruos diferentes, en lo que se llama ballena entre nosotros; es un vocablo genérico, que en hebreo se llama Leviatán, y en Jonás no se dice en particular qué género de pez fuese, sino en común, un pez grande; en los autores no hallo hecha memoria del miembro viril de esta bestia, que por ser cosa tan notable, si fuera alguno de ellos de este género y describiendo las demás partes, pienso que no callaran ésta, especialmente los que tan de despacio contaron los dientes y pintaron sus diferencias; sólo hallo en Gesnerio, que le envió un amigo suyo la descripción de un Canis Carcaria, hembra, que tenía sexo femenino, y así imagino que este nuestro era el macho de aquella especie, porque también la hace de mucha grandeza; todo cuanto refieren los autores no tienen que ver ni igualan con la grandeza de esta bestia, y pienso que en muchos siglos no se ha visto cosa semejante; quede esto dicho por si otro no lo dijere”.
Sólo nos queda invitar al lector a contemplar esta magnífica pieza en el Gabinete de Historia natural del Real Colegio Alfonso XII. l