La belleza y riqueza de nuestro entorno natural

CARLOS AGUDO.- En general podríamos decir que la experiencia de los visitantes a nuestros pueblos escurialenses tiene un carácter cultural centrada en los grandes monumentos renacentistas (Real Monasterio), neoclásicos (Casitas del Infante y del Príncipe) y arquitectura de la Autarquía (Monasterio, Basílica y Cruz de Cuelgamuros).
Sin embargo, pocos son, aunque cada vez más, los que nos visitan para un disfrute del entorno natural.
En muchas ocasiones la belleza y riqueza del paisaje que nos acoge pasan desapercibidas.
Las rocas duras y resistentes han soportado los envites de la erosión conservando estos altos relieves seranos que nos protegen. La variedad de las rocas nos ofrece paisajes bien diferenciados: los granitos nos brindan formas caprichosas redondeadas berroqueñas en las Machotas y Cuelgamuros; los bolos, canchos y tormos en la llanura del piedemonte. Mientras que los gneises nos regalan relieves más aristados y acastillados, son rocas “risqueñas” que observamos en el cordal de Abantos, pico de Enmedio, puerto de Malagón, Risco Alto, hasta el San Benito.
La abundancia y diversidad vegetal domina la vista cuando nos acercamos a esta comarca escurialense. Esta cobertera boscosa nos hace disfrutar de la gran diversidad de especies y los distintos colores de cada estación, sobre todo en otoño. El robledal de hoja marcescente comparte el espacio del bosque de la Herrería con los fresnos de hoja caduca y la abundancia de individuos de arces de Montpelier. Las dehesas de encinas y fresnedas ocupan el llano, aquellas de hoja perenne. En 1869 hasta 1914 la Escuela de Ingenieros de Montes se instaló en San lorenzo de El Escorial y realizó la repoblación de las laderas del monte Abantos. El espléndido pinar que hoy gozamos es de aquella época, entre los pinos también plantaron otros árboles que han prosperado magníficamente: pinsapos, cedros, alerces y hayas entre otros.
El entorno del Monasterio es un paisaje antropizado que da origen a un paisaje cultural, aquí el binomio naturaleza y cultura forman una unidad.
Así entendemos el paisaje como parte del hombre y el hombre como parte de él.
El padre José Quevedo describe de esta manera el impacto ambiental del momento del inicio de la construcción:
“Con lo cual aquel país, antes olvidado e inculto, y en donde la naturaleza se mostraba en toda su rusticidad, quedó destinado a ser un vergel, un emporio de las artes el más famoso y conocido en Europa”.