I TERTULIA CULTURAL ANA DE MENDOZA: José Estévez y Javier Barraca, contertulios de Enrique Garza y Crónica de Abantos

José Estévez, Javier Barraca y Enrique Garza en Cripta del Cafetín Croché durante la tertulia.
Crónica de Abantos ha iniciado una nueva andadura de la mano de nuestro colaborador Enrique Garza, abogado y licenciado en Derecho y Humanidades. Una serie de encuentros con personalidades cuyas vidas pasan o pasean por nuestra comarca y que, sin tener por qué ser escritores, escriben, y que, sin tener aparente relación con sus profesiones, son sensibles a la necesidad de trasmitir, con buen gusto y criterio y en cualquier género literario, pensamientos que inevitablemente conducen a reflexionar frente una realidad que se repite.
Comenzó en marzo, en la Cripta del Cafetín Croché. Como protagonistas, el vicepresidente de Cremades y Calvo Sotelo Abogados, José Estévez -magnífico novelista y poeta- y Javier Barraca -jurista, Doctor en Filosofía, Teología, Derecho y D.E.A: en Ética por la Universidad de la Sorbona-.
Aunque lo principal del encuentro podrían haber sido sus obras, su generosidad, sensibilidad, magnífica dialéctica y dilatado conocimiento hicieron que, con tino y criterio, el encuentro se convirtiese en una clase magistral de Humanidades.
A José Estévez se le invitó a hablar de Enrique Ochoa, el artista y la Espía, una novela “atípica, a caballo entre el ensayo y la novela”. Una obra que va de historia “real y acreditada”, con una intrahistoria: cómo un mismo acontecimiento histórico lleva a cada persona -un pintor y una espía-, por diferentes derroteros. Todo ello, en el Madrid de la Bohemia, nos cuenta, en un periodo de entreguerras (1914 y 1930). “Un momento en el que se confluye todo: el mobiliario Art Decó, el orientalismo, la escultura modernista; los poetas, los pintores y los escultores tienen una especie de simbiosis que confluye en la creación artística completa”. Un periodo muy corto, que pronto dio origen a las vanguardias.
El personaje principal está inspirado en Enrique Ochoa -a quien el escritor admira-, considerado uno de los grandes pintores del siglo XX; éxito que le permitió rodearse de personalidades afines como Rubén Darío, Grabrielle D’Annunzio, Picasso, o con quien tuvo una gran amistad: Federico García Lorca. Y cuya vida, también le asombra: un mundo rodeado de bohemia, espías, intrigas y mujeres. Pero también de personajes y figuras como Valle Inclán, sin el cual, “no se podría entender la literatura del siglo XX”.
Obligado es reconocer, cómo los bohemios se anticiparon a su tiempo. “Era gente inteligente, de todas las ideologías”. “Los había monárquicos, los había republicanos -los republicanos de izquierdas, socialistas y comunistas-, y todos se llevaban bien”. Pero, dejando caer al mito, sí había diferencia de clases: Gómez de la Serna, el propio Ochoa, o incluso García Lorca, pertenecían a una pequeña elite intelectual. El resto “pasaron verdadero hambre”.
De los tres libros que Garza escogió de Javier Barraca, “los tres de estilos diferentes” pero siempre de “pensamiento”, escogió Dios y lo bello, un libro de gran “estética” y “trascendencia” que revela, “por la capacidad de análisis, cómo se debe ver el misterio de una obra de arte”, como poseedor “de una lupa” para “observar el arte de una manera distinta”, describe Garza, entre citas a San Agustín.
Descrito como un hombre de “gran humildad”, Barraca hizo gala de ello y de quizá de cierta timidez, hasta el punto que tan sólo dedicó unas palabras a su obra, en favor de hablar de las obras de los demás. Sólo quiso hacer una breve referencia al título del libro elegido y al de su a su último libro publicado, Vivir en la belleza, para argumentar que, para él, hablar de lo estético y de lo bello, “no sólo es agradable que, por supuesto, lo es”. Si no, también, porque ser un convencido de que la belleza “da esperanza”. Algo que hoy en día, “en este mundo, tal y como está, tener una realidad que te de esperanza, que te ayude a vivir, me parece un factor fundamental”.