Este septiembre abre en El Escorial el Centro de Terapias Infantiles. Hablamos con Nerea, su directora
Las temperaturas de este mes de septiembre invitan a poder disfrutar del paseo de media mañana. Mientras cruzo la Lonja del Monasterio, por donde me gusta pasear tras contemplar el cielo de los ‘Madriles’ desde el estanque, me he acordado que tenía que ir de ‘recadeos’ por El Escorial y he decidido hacerlo por la Casita del Príncipe -espacio que me encanta atravesar, siempre y cuando sea de bajada-.
Pasado el túnel de Renfe, he querido bordear la antigua plaza de toros para tomar dirección hacia el antiguo quiosco de prensa -lamentablemente en desuso- , cuando he visto que donde estaba antiguamente una tienda de muebles, cuelga un cartel enrome que dice “Centro de Terapias Infantiles…, gestión emocional, integración sensorial, dificultades del aprendizaje, …, dificultades del lenguaje’.
La puerta está abierta. La curiosidad me puede. Me asomo y veo que alguien me saluda desde un pequeño despacho. “Hola, soy Nerea. ¡En qué te puedo ayudar?, perdona porque estamos ultimando detalles”. Amablemente mi invita a pasar. “Estoy esperando a una terapeuta para una entrevista; abrimos ya en septiembre y voy contrarreloj”.
Al preguntarla el por qué de la iniciativa, me cuenta que siempre le había gustado ayudar. “Desde pequeña, cuando veía que alguien tenía alguna dificultad, me acercaba a echar una mano, y en mi juventud encaminé mi profesión y mi pasión al mundo de la infancia; así que cuando descubrí Anda Conmigo, su filosofía encajaba conmigo como un guante, al combinar ambas cosas. Y ahora me ¡sumo a su reto!”.
Estamos a principios de septiembre, abres este mes, y estás en estos momentos coordinando tu equipo de profesionales… ¿Qué esperas de ellos y qué pueden esperar de ti?
Lo que les quiero aportar, por mi parte, es mi confianza en ellos y mi convencimiento de que van a realizar un extraordinario trabajo y así lo van a percibir las familias. Queremos acompañar, acoger y ayudar a todas las familias con niños que recurran a nosotros con toda la magia de este equipo, por su humanidad y su profesionalidad. Porque lo que queremos es que los niños sientan una gran motivación para venir, que quieran venir. Porque se les va a ayudar en su desarrollo básicamente jugando.
Un reto, ¡sin duda! Pero, ¿cómo se consigue?
Hay que crear un mundo cargado de energía positiva, de magia para ellos para que se sientan a gusto, que aprendan jugando. Y que lo hagan sintiéndose, además, seguros tanto los niños como, por supuesto, los padres. Somos conscientes de que, dejar a sus hijos en manos ajenas cuando no te conocen, genera preocupación. Y esa confianza necesaria nos la tenemos que ganar todos y cada uno de los miembros del equipo, tanto directamente como a través de los propios niños. Y lo van hacer, además, con ilusión cuando empiecen a comprobar los resultados de las terapias que reciban sus hijos, bien sean de movilidad, de desarrollo cognitivo, etcétera. ‘Vocación, pasión, dedicación y perseverancia’ es el lema de este centro: queremos crear un segundo hogar en el que las familias se sientan apoyadas en el desarrollo de sus pequeños.
Los niños están cargados de personalidad y energía y, en general, de desconfianza ante lo desconocido. ¿Cómo lo haréis? ¿Con el rol de hermano mayor?
En cierta manera, así es. Ten en cuenta que va a haber niños muy pequeñitos y los vamos a ver crecer. Para mí, ver el desarrollo y la evolución del niño, es algo indescriptible hasta el punto de emocionarme enormemente.
¿Qué tipo de terapias ofrecéis?
Desde logopedia, psicología, terapia ocupacional, psicopedagogía, atención temprana y, en un futuro próximo, fisioterapia infantil.
La atención temprana es un reto, al tratarse de niños muy chiquitines.
Así es. De hecho, es la base fundamental. Se atiende a niños desde los cero a los seis añitos y en este periodo de desarrollo es en el que se ‘hace’ el niño. Es en este momento cuando hay que volcar todo el esfuerzo entre familia, escuela y guardería y centro escolar; en el que conviene detectar las necesidades específicas que tiene cada peque para poderle guiar y apoyar en su desarrollo y, también, ayudarle a a afrontar el cambio de estas necesidades concretas que cada uno tenga.
Cuando los niños son bebés ¿en qué nos debemos fijar?
Los primeros signos de alarma son el gateo, la vuelta, la movilidad óculo-manual. Lo habitual con cuatro meses, es tumbarle y ponerle la alfombra móvil. Si no mueve las manitas y los piececitos para jugar tenemos que pensar por qué y analizarlo: `puede tratarse de un niño que se pasa veinte horas en brazos -y si es así, no se le está dando oportunidad a que él explore-, y se estará preguntando qué es eso: hay que ponerse a jugar con él para que interactúe, con cualquier juguete y desde que nacen.
Y algo más creciditos, ¿en qué nos debemos fijar?
También en el juego. Sin el juego un niño no se desarrolla. Es la base fundamental y, de hecho, todas nuestras terapias están basadas en el juego. Es una terapia lúdica. Si el terapeuta se tiene que tirar al suelo y estar haciendo la croqueta treinta minutos, nos vamos a tirar al suelo. ¿Por qué? Porque nos da toda la información del estado en el que se encuentra el niño, ya sea a partir del juego simbólico, un juego de comunicación o un juego más motriz. Me explico: un juego simbólico como hacer cocinitas: nos ponemos a jugar y el niño no está haciendo cocinitas y simplemente mira la cocinita. A mí ya me está dando información: si no interactúa o actúa, es por algo. Si emulamos untar una tostada y me indica que lo que quiere es arreglar la cocinita, pues está estimulado para hacer otras cosas, lo cual es muy positivo -me quita un signo de alarma: interactúa. El juego nos da otras pistas, por ejemplo, a través del movimiento: no se mueve con soltura, no aprehende bien los cacharritos, me está dando señales que hay que estudiar y resolver. Y toda esta información que me está dando a mi es extrapolable a los padres en sus juegos en casa, en el parque, en la escuela, en el patio con los demás niños, en la salida del colegio, en los cumpleaños con otros niños -si no le invitan, por qué puede ser-. Los niños nos dan mucha información, desde muy diversos prismas y los papis tenemos que estar atentos. Nos dan información constante.
Pero para eso, hay que saber y hay que dedicarle tiempo.
Es cierto, no todos pueden tener ni la formación, ni los conocimientos ni, en la gran mayoría hoy en día, el tiempo para dedicarles toda esta atención. Pero tampoco hay que olvidar que nosotros hacemos niños, no bolsos y estos niños que nacen hoy mañana van a ser bomberos, barrendero, astronautas…. Entonces todo lo bien que tú lo hagas ahora, lo haga la escuela y lo hagamos nosotros, absolutamente todo, se va a ver reflejado en el futuro. Por eso hay que ayudarles.
Hemos hablado de padres, como primer detector, hemos hablado de lo que aportáis como terapeutas a través de este centro, pero, ¿Cómo se tercia la escuela?
Esto es un triángulo en cuyo centro está el niño. Tenemos que trabajar padres, centro y escuela coordinadamente a través del equipo de orientación del centro escolar. Para ello vamos a ofrecer charlas tanto al profesorado como a los padres en los centros escolares, a la vez que lo vamos a hacer en nuestro centro, por un tema de concienciación. Pero, además, vamos a trabajar directamente terapeuta y equipo de orientación de los centros escolares -es decir, pedagogos, psicólogos, etcétera- con el niño para elaborar un informe de valoración que se le va a mandar al equipo de orientación de la escuela que corresponda a cada niño para poder trabajar en el mismo camino. Con ello, lo que conseguimos es tener un feedback (una retroalimentación) entre cada esquina del triángulo. Es decir, una información muy completa y actualizada y, también, coordinada, para favorecer la evolución del niño.
Nerea, comenzamos el curso escolar. Para los más pequeños que es la primera vez que se separan de sus padres y para muchos todo son angustias y llantos ¿qué recomendáis?
El problema de los más pequeños es que todavía no han trabajado la habilidad de la gestión del apego. Por tanto, es lícito para los padres el drama que supone dejar a su niño llorando en el colegio. Primero, tienen que convencerse de que su peque va a estar bien: necesita una rutina, necesita un tiempo y necesita que tú como papi estés seguro de lo que estás haciendo. Porque tienes que infundirles a ellos seguridad. ¿Cómo conseguimos? Pues hablando con ellos. Explicándoles que papá y mamá tienen que trabajar y él lo mismo; darles algún pequeño símbolo de su presencia como pueda ser una goma para recogerse el pelo, -algoque no interfiera en la docente como pasaría con una manta o un peluche que se lo puede coger otro niño y puede generar una situación innecesaria-, y ponérselo en la muñeca para que ellos puedan tenerles presentes en su ausencia. También, cuando se les va a dejar en el cole, invitarles a compartir a la vuelta del cole un rato especial de ocio -juego o una merienda-, en el que se contarán cómo les ha ido el día y, así, desechen el sentimiento de abandono: han quedado para más tarde. Y, en el periodo de adaptación, hablar mucho con él porque, aunque él no hable, entiende qué se les estás diciendo, cómo se lo estás diciendo, incluso percibe cómo estas tú al decírselo. Capta la forma de hablar. Lo captan todo.
O sea, ante la angustia, seguridad.
Hay que infundir normalidad y seguridad; tranquilidad. Lo que no le puedes decir nunca es ‘es lo que hay y punto’ porque, entonces, es cuando le sale un elefante de angustia del corazón. Eso no lo entiende y hiere hasta a un adulto. Es más, es absolutamente contraproducente, hasta tal punto que podemos incluso conseguir un efecto contrario, como es el hecho de que retroceda en algunos aspectos de su evolución. Por ejemplo, volver a no tener control de esfínteres, retraerse en el lenguaje, en su capacidad de relación con los demás, etcétera. Hay que ayudar a los niños. Hay que enseñarles a gestionar las emociones en ‘su’ medida, no en la del adulto. Positivizar lo que supone ir al cole: que es maravilloso porque va a jugar, va a conocer a otros niños, va a aprender…
¿Y si el niño muestra durante semanas un rechazo a ir al colegio?
Entonces hay que hablar con la profesora o el profesor. Porque no somos todos iguales. A algunos nos cuesta más adaptarnos y a otros no. Dentro de esa adaptabilidad que tenemos como ser humano puede ser porque, o bien no hay buen feeling con la o el profe, o bien porque en casa están pasando también cosas. Porque en los entornos familiares pasan cosas: que los padres se están separando o ya se han separado; porque nos estamos mudando de casa; porque se discute o se regaña mucho a un hermano adolescente; porque ha fallecido una mascota, etcétera. Hay situaciones que a los pequeños les afecta y, por ello, el periodo de adaptación les puede estar costando más. No hay que olvidar que los niños, como los mayores, lloran. Pero es que, además, es su forma de comunicarse, de llamar la atención. Por el contrario, la ausencia de llanto en esas edades tempranas, es un signo de alarma. Los niños dan información las 24 horas del día, los 365 días del año.
Afortunadamente, añade Nerea, hoy en día existen muchos recursos con los que pueden contar los padres, primerizos o no primerizos, cuando le salta una alerta. En este centro Nerea ha pretendido unificar terapias en único punto para evitar desplazamientos innecesarios a las familias, porque eso se traduce en tiempo que pueden sumar para dedicárselo a los más pequeños. Ofrecen apoyo, una primera valoración –“porque nosotros no diagnosticamos”, matiza sonriente, “y le vamos a decir a los papis todo lo que se puede hacer, pero también todo lo que no se debe hacer en cada momento”.
“Pongamos un ejemplo: si tu peque tiene seis añitos y no lee, es normal. Porque ni te lee ni te hace la cena, no pasa nada. Sólo es necesario averiguar el por qué. A lo mejor es porque no ve bien”, cita como ejemplo sencillo y recuerda que “los niños, tampoco son robots” que se puedan programar. Cada uno, con su personalidad, sus circunstancias y sus tiempos. Y para todos, apoyo y evolución.