Emociones: la ira
Irene, Alba, Isabel L, Miriam F. y Luis Perea.- La ira es una de las emociones más interesantes y controvertidas. Siguiendo al profesor Domínguez Sánchez en “Psicología de la emoción”, podría definirse como el sentimiento que emerge cuando la persona se ve sometida a situaciones que le producen frustración o que le resultan aversivas, proporcionando una energía que motiva para la acción, interrumpiendo los procesos cognitivos en curso, centrando la atención en el agente que la desencadena y actuando en defensa en situaciones en las que se interprete que está comprometida la integridad física, la autoimagen o la propia estima.
Entre las situaciones frustrantes desencadenantes se encuentran la obstrucción de acceso a una meta o deseo siempre que se vea posible restablecer el acceso a esta meta (en caso contrario nos encontraríamos con la tristeza) y la transgresión de normas y derechos cuando valoramos que el comportamiento del otro ha sido intencionado e injusto hacia nosotros y es merecedor de reprobación. Las situaciones aversivas, como el dolor crónico o episódico, también hacen más probable la expresión de conductas iracundas.
La expresión facial de la ira incluye descenso y contracción de las cejas, elevación del párpado superior, labios en tensión, elevación del mentón y dilatación de oricios nasales. En la expresión vocal aumenta la intensidad de la voz y aumenta la frecuencia de la expresión vocal. Se experimenta también aumento de la actividad respiratoria, cardiovascular y del tono musculo-esquelético general.
No todas las personas regulan igual esta emoción, son factores moduladores el patrón de personalidad (más expresión en extroversión, neuroticismo y narcisismo) y el contexto sociocultural, con expresión menos crítica en culturas individualistas que colectivistas, donde prima el autocontrol ante situaciones de conflicto.
En el sustrato neurobiológico se ha implicado a la sustancia gris periacuadectal, hipotálamo, sistema límbico (amígdala y septum) y al córtex prefrontal. Xaro Sánchez, en “¿Somos una especie violenta?”, refiere que la estimulación eléctrica de la amígdala puede activar reacciones emocionales relacionadas con la agresividad y que la que corteza prefrontal desempeña un papel importante en la supresión de estas reacciones porque nos hace ver las consecuencias negativas que podrían tener en la interacción con otras personas.
¿Qué hacer con la ira? Platón consideraba, nos explica Richard Firth-Godbeher en “Homo Emoticus”, que aspirar a un bien mayor exige no ceder a las pathe, perturbaciones del alma que impulsan los apetitos y la ira. Tampoco debe hacerse lo que uno crea correcto sólo porque lo parezca. Debemos utilizar el logos (pensamiento, palabra) para encontrar el bien mayor, el eros, en todas las cosas, y centrar nuestros actos en alcanzarlo. Los estoicos, por su parte, pensaban que había que centrarse en los pensamientos sobre los sentimientos hasta que detenerse a pensar en una situación antes de actuar llegar a convertirse en un hábito, con el objetivo último de alcanzar un estado de calma o de dicha interior, la ataraxia. Todo ello contrasta con la concepción actual, expresada por Antonio Damasio (“En busca de Spinoza”) del papel crítico de las emociones, incluida la ira, como “manifestaciones mentales de equilibrio y armonía, de disonancia y discordancia”, siendo fundamentales para la toma de decisiones y la planificación de la conducta.
La función adaptativa de la ira, con la vigorización que proporciona esa energía extra, permite vencer las dificultades que se presentan en el transcurso de los esfuerzos para conseguir un objetivo determinado. Sin embargo, nos encontramos con que el manejo cotidiano de la ira no es fácil; en este sentido Norberto Levy señala en la “La sabiduría de las emociones”, que al no saber cómo implementar adecuadamente esta sobrecarga de energía, en lugar de contribuir a la resolución del problema a menudo aquella se convierte en un problema más. Explica los tres componentes en su expresión adecuada: una catarsis necesaria para descargar mi sistema, una expresión clara y abierta (autoafirmación) al agente causal y una propuesta para reparar la situación presente y para tratar de evitar que se repita en el futuro. Se recurrirá más al cuarto componente, el deseo de castigar al otro por lo que hizo, cuando no se procesan bien las tres primeras fases. Define el resentimiento como ira enfriada y cronificada que no pudimos resolver en el momento que lo vivimos. Albert Ellis, en “Controle su ira (…)”, considera que, si conseguimos cambiar nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos de ira, estaremos en condiciones de minimizar nuestra cólera y tener una vida más feliz y más eficiente.
Ira, hostilidad y agresividad son conceptos que se asocian frecuentemente. La ira sería el afecto primario que dota de energía al individuo y facilita la relación social con el medio, no llevando necesariamente al resentimiento o la agresividad. La hostilidad conlleva una valoración negativa del agente que origina la frustración, pero tampoco lleva obligatoriamente a la agresividad. Finalmente, la agresividad se definiría como la propensión a conductas confrontadoras con el agente inductor con la intención de causarle daño. La ira sería el factor afectivo, la hostilidad el cognitivo y la agresividad el conductual. La agresividad lleva a la violencia cuando provoca una conducta beligerante que ocasiona dolor y sufrimiento.
Steven Pinker conjetura en “Los ángeles que llevamos dentro” que un mundo feminizado sería más pacífico, menos agresivo. Puede traducirse en que la sociedad se aleje de una cultura de honor viril, con su aprobación de las represalias violentas por ofensas y la veneración de la gloria marcial. Más influencia femenina implicaría más cooperación, cuidado y solidaridad y menos competición y violencia.
Este extremo se puede comprobar en los centros asistenciales en los que las mujeres ocupan los puestos directivos y de responsabilidad donde, según el profesor Lazarus G. Smith, se genera un clima laboral más saludable y positivo y se presta una atención de mayor calidad y más humanizada.
Si crees que tienes problemas serios en la gestión y control de tu ira no dudes en consultar con un profesional de la psicología. Mucho ánimo.