El retablo de la Basílica

MARISOL PEREA UNCETA.- El término retablo procede del latín retro tabularum, o ‘tabla que se coloca detrás’, es una compleja estructura —en la que se conjugan la arquitectura, la escultura y la pintura—, dispuesta delante del muro de cierre de una capilla, encima del altar (Centro Virtual Cervantes).
El retablo de la Basílica del Monasterio está compuesto de una estructura de jaspe y mármol, enriquecida con: elementos arquitectónicos y esculturas de bronce, y 9 pinturas de óleo sobre lienzo. La ejecución de los elementos arquitectónicos estructurales de piedra es de Comane y Castello, los elementos de bronce de la estructura y el programa escultórico de Pompeo y Leone Leoni.
Hay muchos análisis y descripciones de esta joya del arte manierista español, hoy me gustaría analizarla a la luz de las ideas de modernidad de Felipe II, tal y como hemos hecho en artículos anteriores con otros elementos de San Lorenzo el Real. Dentro de toda la complejidad del momento me centraré en dos aspectos:
- a. las trazas clásicas de la arquitectura renacentista.
- b. las conclusiones del Concilio de Trento.
Las trazas del retablo son de Juan de Herrera, las debió de realizar antes de 1576 que es cuando se da a conocer su Octavo diseño. Más adelante en la Ortografía del Retablo del Altar Mayor (grabado de Pedro Perret) se especifica que “es sobre dibujo de Juan de Herrera”. Felipe II había concebido como una unidad el retablo y los sepulcros, siguiendo sus indicaciones, cuando Juan de Herrera en 1572 presenta las segundas trazas para la Basílica ya se vislumbra esta unidad. Son trazas clásicas que rememoran a la cultura de Grecia y Roma. Los elementos que constituyen su arquitectura siguen la superposición de órdenes, al igual que el Coliseo de Roma o el Palacio Rucellai de Alberti del Quattrocento italiano. El orden de arriba abajo es: dórico, jónico, corintio y compuesto. Otro elemento clásico destacable es el frontón abierto situado en la parte superior, resaltando el eje de simetría del retablo completo.
La estructura del retablo sigue la composición tradicional cristiana, una calle principal en el eje de simetría vertical y otra calle más a cada lado (en total tres calles) y tres cuerpos horizontales. En la partes superior un ático cubierto por el frontón.
El programa o contenido del retablo, junto con el estilo, evidencia la influencia del Concilio de Trento en las intenciones de Felipe II al encargarlo y darle seguimiento. Este concilio tiene lugar entre 1545 y 1563, es la respuesta (un poco tardía) a la situación convulsa de la Iglesia Católica tras la escisión de las iglesias reformadas. Roma quiere definir sus posiciones frente a las posturas protestantes y algunas de ellas las podemos leer en el programa de este retablo:
- La presencia de Cristo es real en la Eucaristía gracias a la Transubstanciación (de ahí la importancia del Tabernáculo exterior y la Custodia, además de su lugar preminente). Lo ejecuta Jacopo da Trezzo, siguiendo el diseño de Juan de Herrera, está inspirado en el Templete de Bramante en San Pietro in Montorio. De planta circular, con 8 columnas sobre las que se colocan las esculturas de 8 apóstoles y en Templete de Bramante el intercolumnio exterior los evangelistas. En el centro hay una cámara en la que se encuentra la Custodia hecha de oro y piedras preciosas y alrededor un espacio cubierto de cristal por el que atraviesa la luz. Detrás del retablo hay una estancia con una ventana que da al Patio de Mascarones, decorada con prefiguraciones eucarísticas tomadas del Antiguo Testamento y pintadas por Tibaldi. La custodia tiene una cortina que va cambiando de color según el calendario litúrgico: blanco, verde, rojo o morado.
- Culto o veneración al Santísimo expuesto en el Tabernáculo. Los conjuntos escultóricos (cenotafios) del Emperador Carlos V y Felipe II de Leoni, a los lados del Altar Mayor, están en una posición de Adoración Perpétua. También la situación de las habitaciones del rey y la reina debajo de los cenotafios ayuda a comprender que el centro, origen y final de toda la obra del monarca es Cristo Resucitado: “es el último fin para que se hizo toda esta casa, templo y retablo y todo cuanto aquí se ve” Padre Sigüenza.
- La misa no es un recuerdo de la cena pascual es una renovación del sacrificio de Cristo. Las escenas de las pinturas Flagelación, Camino al Calvario, Resurrección y Pentecostés de Zuccaro además del conjunto escultórico del Calvario rematando todo el programa del retablo, la cruz de Cristo marca el eje de simetría de la composición general.
- Legitimidad de la imágenes de la Virgen María y los santos al servicio de la piedad, el culto y la liturgia. En las esculturas de los laterales encontramos a los evangelistas, a los santos Padres de la Iglesia y a algunos de los apóstoles, en el Calvario y en varias pinturas a la Virgen y en la posición central del primer cuerpo el martirio de san Lorenzo.
- Para la salvación del alma no es suficiente las Sagradas Escrituras, hace falta la Iglesia y la Tradición. En las esculturas del segundo cuerpo están representados los 4 evangelistas, sí, pero en el primero se representa a cuatro de los doctores de la Iglesia de tradición latina: san Agustín, san Ambrosio, san Gregorio Magno y san Jerónimo (autor de la Vulgata, la traducción al latín que utiliza Roma, no las traducidas a lenguas vernáculas). También se representa a Santiago, el patrón de España en el tercer cuerpo, a san Andrés patrón de la Orden del Toisón de Oro, a san Pedro (primer cabeza de la Iglesia) y a san Pablo. Los apóstoles, primeros obispos, iniciaron la Tradición a la que se refiere Trento.
En el concilio se pide que el estilo de la imaginería sea claro, monumental y ejemplarizante. El monarca hace tres encargos del conjunto pictórico, el primero a Navarrete en 1579 que no se llega a realizar por su inesperada muerte, el segundo a Zuccaro en 1587 del que se conservan los cinco superiores, el tercero a Tibaldi. Felipe II no se conformaba con cualquier obra, necesitaba claridad y rotundidad en las escenas, de ahí que mandara repetir la Adoración de los Reyes Magos y los pastores de Zuccaro a Tibaldi, y el Martirio de San Lorenzo. Es increíble pensar que antes de estas dos adoraciones hubiera una Anunciación de Veronés y un Nacimiento de Tintoretto, nadie cuestionaría su calidad, pero no se ajustaban a los criterios de claridad que requería el estilo trentino.
Felipe II en 1564 urgió a los obispos españoles a cumplir con los acuerdos del concilio. Hasta el final del siglo XVI se realizaron más de 20 sínodos para hacer cumplir este mandato. La Iglesia Católica llevará al fiel al cielo, y ésa es la Iglesia española, la de Felipe II.