El patio de los Evangelistas

MARISOL PEREA UNCETA.- “Un patio, en una casa u otro edificio, es un espacio delimitado por paredes, pero sin techo o cubierta”, según la RAE. La arquitectura mediterránea es una arquitectura de patios, y el monasterio tiene un programa resuelto alrededor de patios.
Ya hablamos anteriormente como uno de los referentes del diseño de El Escorial pudo ser el Palacio de Spalato de Diocleciano del siglo III d.C en Dalmacia. La Antigua Roma extendió por todo su Imperio el modelo del patio, en las casas urbanas, en las villas rurales, en los palacios y cualquier expresión de arquitectura civil. Una solución que se adapta perfectamente al clima mediterráneo, dando cobijo a las circulaciones alrededor de él de manera cubierta en los meses fríos o lluviosos y aportando frescura en los meses cálidos. Esta solución constructiva hizo eco, y con mucho éxito, en la arquitectura del Islam en la que el patio alcanzó su expresión más exquisita.
Otra de las posibles referencias es el Ospedale Maggiore de Milán de 1457, una planta cruciforme con cuatro patios que completan los cuadrados perfectos. En España los hospitales de los Reyes Católicos fueron un éxito programático. Las camas se disponían a lo largo de los brazos de la cruz y en el centro el altar para que todos los enfermos pudieran seguir la Eucaristía.
Nuestro monasterio, es un edificio de patios: en el palacio tiene el Patio de Mascarones, el de Coches, los de Boca y el de Leña, en el colegio hay tres patios menores, al igual que en el convento. También tenemos dos lucernas, una en el colegio y otra en el convento, que, aunque están cubiertas también iluminan y ordenan el espacio.
Hoy nos ocupa el Patio de los Evangelistas, que es patio, en el sentido estricto de la definición de la RAE, pero que por su sentido y situación dentro del convento es claustro. Explica esta misma fuente que “un claustro es una galería que cerca el patio principal de una iglesia o convento”. Sin embargo, el consenso en Historia de la Arquitectura, el desarrollo del interior del claustro (es decir de la galería) se denomina claustro también. De ahí que hablemos de jardines claustrales, fuentes claustrales, o diseño claustral. Lo cierto es que cuando nos referimos al interior hablamos de Claustro Bajo y Claustro Alto, y al exterior lo denominamos Patio de los Evangelistas. Entre otras razones, puede ser porque se mantienen las contraventanas cerradas y no ejerce como claustro conventual, sino como galería que discurre alrededor de un patio independiente.
El claustro, tiene un origen incierto, no los encontramos en los primeros monasterios del desierto egipcio, tenemos algún dato de algo similar a un claustro en el norte de África construido sobre los restos de una antigua villa romana. Constituye una solución perfecta para unir distintas dependencias: la iglesia, la sala Capitular, el dormitorio, el refectorio… permitiendo el tránsito resguardado en invierno y el aprovechamiento del sol meridional al costado de la iglesia.
La primera representación de un jardín claustral se remonta al plano de Sant Gall (arquitectura carolingia del s. IX), pero se supone que ya era un sistema arquitectónico perfeccionado.
El jardín de los Evangelistas cumple varias condiciones de un jardín claustral:
- organiza el espacio conventual, anexionado a la Basílica, permite la circulación de los frailes de sus celdas, zonas de estudio y reposo a los lugares de liturgia comunitaria y oración personal.
- diseño simbólico, trascendental: cuadrado (156 pies) símbolo humano, templete octogonal en el centro a medio camino entre lo humano y lo divino (el círculo), una cruz central que lo divide (símbolo de Cristo que ha muerto para permitir nuestra salvación), cuatro partes como los cuatro ríos del Paraíso (Pisón, Gihon, Tigris y Éufrates) descritos en el Génesis o los cuatro evangelistas, cuatro láminas de agua que alimentan el jardín y riegan los cuatro continentes (conocidos en aquel momento).
- lugar de paseo y reposo personal, y encuentro con la naturaleza contenida. El templete es un parlatorio interior en el que caben 12 personas.
“Una de las cosas más importantes y sagradas que hay en las religiones son los claustros, y en la Orden de San Jerónimo el todo, como si dijésemos, y el ser de ella, donde como en la misma iglesia se guarda siempre silencio, y en particular en el bajo, que aunque nuestras casas de ordinario hay más de un claustro (en todas hay dos y en muchos tres), el que viven los religiosos y donde tienen la mayor parte de las celdas, por donde andan las procesiones y se entierran los religiosos, es el que tiene nombre de claustro, donde corren las leyes del silencio y otras observancias”. Así comienza Sigüenza la descripción de Claustro principal en el Discurso IV de su Historia del Escorial.
El diseño original es de Juan Bautista de Toledo, algunos opinan que es el espacio más italianizante manierista de todo el conjunto. Sin embargo, Pedro Navascués considera que tanto de Toledo como Juan de Herrera tenían suficiente conocimiento de la arquitectura clásica y los recursos actualizados por Serlio y otros tratadistas como para poder crear un espacio de esta sensibilidad y proporciones “sin la necesaria mediación de intérpretes italianos” (Navascués, 1994). Tiene los órdenes superpuestos modernos dórico (o toscano, dependiendo de la interpretación) y jónico propio de un estilo palaciego, rematado por una balaustrada extraordinaria.
Es un conjunto con tendencia horizontal y contrapuntos verticales: la Torre del Prior, la del Reloj, el lateral del crucero de la Basílica y por supuesto el templete central.
Hay una tendencia recurrente a considerar el templete como una reinterpretación del de Bramante en San Pietro in Montorio, sin embargo autores como Agustín Ruiz de Arcaute o Pedro Moleón explican la gran diferencia entre el romano y el escurialense, además de la planta octogonal y la confluencia de cuatro arcos triunfales la disposición “de los grandes chaflanes que con Bramante miran hacia dentro, hacia el centro del templo, con Herrera miran hacia fuera, hacia las esquinas del claustro de los Evangelistas” (Moleón, 2016).
Esta construcción central, según Sigüenza estaba pensada como “fuente extraordinaria” desde el origen, relata en el V discurso de su Historia del Escorial, que pensaron en disponer las cuatro virtudes cardinales, los cuatro tiempos del año o los cuatro doctores de la Iglesia, pero al final se decidieron por los cuatro Evangelistas:
“Imaginé este claustro como un místico paraíso terreno, y que de él, como de aquél que plantó Dios, salían cuatro fuentes o ríos que regaban toda la Tierra. Y mirando ahora el mundo con sus cuatro partes (Asia, África, Europa y la nueva América), hallaba que en todas debajo del nombre e imperio del Rey Felipe II se predica la ley divina y Evangelio de Cristo, y aunque en unas más, en otras menos, al fin en todas tiene vasallos fieles y cristianos debajo de su corona. (…) De allí se comunicó su doctrina y agua viva (que así se llama él) en los apóstoles y evangelistas, que nos la dejaron siempre corriente y clara en sus Evangelios, y así ponía los cuatro Evangelistas en los cuatro nichos, y en la peana grande que tienen debajo, en el corte de las esquinas de los estanquillos la figura de cada uno de los evangelistas, águila, león, becerro y hombre (…) y que delante de ellas pusiesen unos términos por donde saliese el agua.
Las estatuas se hicieron de mármol de Génova (…) Los términos de mármol pardo (…) todo hermosamente labrado por Juan Bautista Monegro. (…) Así tiene cada uno un libro en la mano (…) Los libros están abiertos y escritos en cuatro lenguas: hebrea, griega, siria y latina.” Todas las citas hacen referencia al Bautismo como sacramento necesario para la Salvación desde que el hombre fue expulsado del Paraíso por esa libre elección que necesitó la venida del Hijo y su propia muerte como sacrificio.
Cualquier claustro monacal es la representación del Paraíso perdido, de orden interior, frente al caos exterior, es el espacio en el que el Creador, sus creaturas (los frailes) y la naturaleza creada (el jardín) se encuentran con toda perfección posible en esta vida, anticipando lo que será en la siguiente.