El cristo que “nació” gurriato y no se pudo quedar en San Lorenzo

Don Venancio presentó su escultura a la prestigiosa Bienal de Arte Cristiano de Salzburgo, causando gran deleite y asombro entre los numerosos visitantes, logrando la Medalla de Oro
J. C. Sainz de los Terreros (Representante del Duendecillo Bolilla).- El relato del duendecillo de hoy está relacionado con la Semana Santa gurriata, que dentro de pocos días volverá a celebrarse en este Real Sitio.
Don Venancio Blanco Martín, fallecido en 2018 a los noventa y cuatro años, ha sido uno de los escultores contemporáneos españoles de reconocido prestigio nacional e internacional y con alta cotización de sus obras.
Este gran artista, fue especialista en escultura religiosa, taurina y monumental, pudiendo encontrar obras suyas en los principales museos nacionales y extranjeros, e importantes monumentos en muchas ciudades españolas.
Fue académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Director de la Academia de Bellas Artes de Roma, recibiendo importantes premios en numerosas exposiciones nacionales e internacionales, entre ellos el Nacional de Escultura en 1959.
Realizó exposiciones en importantes ciudades europeas y americanas, además de las muchas que llevó a cabo en nuestro País.
La historia, según el duendecillo, sobre la que guarda amplia información en su baúl mágico y que vivió muy de cerca, sucedió así.
Durante las décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo, Don Venancio residió en este Real Sitio, al que cogió mucho afecto, hizo buenas amistades, y en donde contrajo matrimonio con Doña Pilar Quintana Iglesias.
Dada su gran categoría artística, ya poseedor del Premio Nacional de Escultura, una de las Hermandades de Semana Santa, le encargó, en 1962, la realización de un Cristo Nazareno para procesionar con él.
Don Venancio aceptó con gusto y emoción el encargo, en unas condiciones económicas especiales, muy por debajo de lo que cobraba habitualmente, pues estaba encantado de tener la oportunidad de dejar una obra suya en este Real Sitio.
En Febrero de 1963, la imagen del Cristo estaba terminada, realizada en hierro y bronce fundido, y de un metro noventa de altura.
Fue expuesta al público entronizada en la Parroquia, produciendo una honda impresión, abriéndose una importante polémica sobre ella, pues alguna autoridad eclesiástica y feligreses la consideraban impropia para el culto y muy lejos de las imágenes tradicionales.
A pesar de la defensa que hicieron de ella relevantes gurriatos y artistas locales, no valió de nada, pues la imagen fue devuelta a Don Venancio, que aceptó el rechazo de su obra con gran estilo, pero con tristeza, por el cariño e ilusión que había puesto en su realización, comentando en alguna ocasión que “aquel día le tocó la lotería”.
Pasó a ser de su propiedad, pues ni siquiera solicitó pago alguno por el trabajo y tiempo dedicado.
Don Venancio estaba tan seguro del valor artístico de su Cristo, que no dudó un instante en presentarlo, aquel mismo verano de 1963, a la prestigiosa Bienal de Arte Cristiano de Salzburgo, causando gran deleite y asombro entre los numerosos visitantes, logrando la Medalla de Oro del certamen. Al año siguiente, consiguió la de la Exposición de Bruselas, en la que participaron más de cuatrocientos artistas de todo el mundo.
El Cristo de Don Venancio se hizo famoso, cogiéndole tal cariño, que nunca quiso desprenderse de él, a pesar de las enormes cantidades que le ofrecieron, como fue el caso del actor Anthony Quinn, gran admirador de sus obras, adquiriéndole, en una sola compra trece esculturas, llegando a tener más de treinta. Pero lo que no logró, a pesar de su insistencia, es que le vendiera su Cristo Nazareno, incluso prometiéndole, (por su gran tamaño) construirle una capilla para él en su finca de Roma, en una visita que le hizo en su taller, dispuesto a pagarle la cifra que le dijera Don Venancio. Incluso, a los pocos días, el actor le envió un telegrama al escultor, comunicándole el comienzo de las obras de la capilla, y que esperaba le dijera la cifra a pagar por tan deseado Cristo.
A pesar de todo, el Cristo se quedó en poder de su autor, pues Don Venancio consideraba que no había dinero suficiente para desprenderse de él, y hoy, manteniendo su deseo, se encuentra en el Museo de la “Fundación Venancio Blanco” en Salamanca, creada en 2015, para dar continuidad y difusión a la obra y personalidad del escultor, y desarrollando una importante labor docente, a través de su Escuela de Arte.
Pero el caso del Cristo de Don Venancio no es el único que creó polémica, ni el único que no se quedó “a vivir” en este Real Sitio.
El gran escultor Benvenuto Cellini, creó, en 1560, su magnífico Cristo de mármol blanco de Carrara, con cuatro centímetros menos de altura que el de Don Venancio, pero con desnudo integral, sin ese “paño de pureza” que era costumbre poner en las esculturas para tapar las partes íntimas.
Fue un regalo del Gran Duque de Toscana a Felipe II, y durante mucho tiempo, se podía contemplar, desnudo, en la ventana central del Coro del Monasterio, colocado detrás del sillón del Prior.
Fue objeto de una gran polémica, pues se consideraba, por muchos, indecoroso y falto de pudor religioso exponerlo de tal forma, que es como lo había creado su autor, y después de mucho tiempo, se le incorporó ese” paño blanco de pureza”, que es como puede contemplarse ahora en la Capilla de los Doctores, entrando al Monasterio, a la izquierda, quedándose en este Real Sitio, para su disfrute.
El que no se quedó, fue el Cristo que Felipe II encargó al escultor, también italiano, Valerio Cioli en 1595.No le gustó al Monarca, pues le veía muy musculoso, regalándoselo al Cardenal Rodrigo de Castro, que se lo llevó a la población lucense de Monforte de Lemos, donde hoy se puede contemplar en el Colegio de Nuestra Señora de la Antigua.
Otro relato gurriato, con los que el duendecillo solo pretende, sin más, revivir o dar a conocer hechos, personas, acontecimientos, curiosidades…, que han pasado ya a formar parte del devenir de la historia de este Real Sitio. Y si los lectores han pasado, además, un buen rato con él, mejor que mejor.