El barrio de Abantos y su capilla
Amparo Ruiz Palazuelos.- Las laderas del Monte Abantos fueron elegidas por Felipe II para la ubicación del Monasterio de El Escorial, quedando integradas como parte del Sitio. El nombre del monte se debía a la presencia de ave alimoche, también denominado abanto. Situado en la parte meridional de la Sierra de Guadarrama, su pinar fue declarado Parque pintoresco de interés nacional y es en ese emblemático lugar donde se halla la Capilla de Abantos.
El Pinar de Abantos nació gracias a la ingente labor que la Escuela Especial de Ingenieros de Montes llevó a cabo desde 1871 hasta 1914 en San Lorenzo. En la actualidad jardines y parques del pueblo, incluidos los de la Casita del Príncipe y la del Infante, se ven enriquecidos con árboles poco conocidos por entonces, como cedros del Líbano, secuoyas, abetos pinsapos, pinos de distintas especies, tuyas, cipreses, alisos, magnolios y moreras que, incluso, llenan la plaza de Jacinto Benavente.
Pero la diversidad botánica no se limitaba a espacios públicos pues, como muchos de los profesores de la Escuela habían fijado su residencia en el lugar, embellecieron los jardines de sus respectivas casas, así como también otros espacios de barrios que fueron apareciendo, como son el del Plantel o el de Abantos.
En enero de 1871 la Escuela de Montes abría sus aulas en la Primera Casa de Oficios. Sus dependencias se habilitaron y fueron complementadas con un arboreto que se instaló en el cedido Corralón (patio anexo al edificio) y en los tres patios de acceso por Floridablanca.
Posteriormente, se llegaron acuerdos entre Patrimonio Real, Gobierno y Ayuntamiento, que posibilitaron crear las bases para que la Escuela pudiera formar magníficos profesionales cualificados y capaces de transmitir y aplicar las nuevas experiencias de reforestación que venían de Europa, tan necesarias para los montes circundantes de Abantos, Risco Alto y La Merinera.
Repoblación
Entre 1892 y 1914 la repoblación forestal de El Escorial fue una de las más importantes de España. El Ayuntamiento cedió el Monte de la Jurisdicción, que fue traspasado al pueblo por Carlos IV en 1795. Más adelante, a instancias de Alfonso XIII, Patrimonio Real cedería la dehesa de La Herrería y el Monte del Romeral. El ingeniero Miguel del Campo gran amante de su pueblo, fue el profesor encargado de dirigir el proyecto.
Lo primero que se hizo para empezar con la repoblación fue crear una red de caminos, el principal de ellos la Segunda Horizontal que subía desde la carretera de Guadarrama hasta el puerto de Malagón y que se complementaba con veredas en zigzag por las laderas. Después se continuó trabajando en El Romeral, limitando al norte con la tapia maestra que le separaba de la Jurisdicción, al sur con la actual carretera de Robledo, al este con el pueblo y al oeste con la finca el Valle, por cuyo centro discurría el paseo de la Horizontal Baja.
Aunque el roble melojo había sido la especie autóctona por excelencia, se eligieron el pino rodeno (resinero) y el silvestre; para la ejecución de los trabajos -además del vivero cedido de la Casita del Infante- se pusieron en marcha un segundo vivero en los Llanillos, con casa de guarda y almacén de utensilios, y un tercero en los Gallegos, cerca del manantial del Trampalón.
En 1923 fue proyectada por el arquitecto Javier Ferrero la iniciativa urbanística más importante hasta el momento desarrollada: se proponía un ensanche al oeste, organizado como ciudad-jardín de gran calidad, que duplicaría la extensión de la localidad. El programa general del llamado Parque Urbanizado proponía tres conjuntos de parcelas: uno a la entrada del parque, otro en el comienzo del barrio de los Reyes, sobre la carretera de Robledo, y el último sobre el camino de la fuente de la Teja. Las viviendas -unifamiliares de sobria elegancia con influencia herreriana diseñados por los arquitectos J. Ferrero, Baltasar Hrndz. Briz y Amós Salvador-, se situarían en un terreno de ladera donde el trazado de las calles se adaptaría a las curvas de nivel. Además, se proyectaban un hotel, un casino, un tranvía y un funicular que llevaría a la cima de Abantos, donde se construiría un restaurante,
Sociedad de Abantos
La Corporación municipal propuso llevar a cabo el ensanche de la zona del Romeral, creando el barrio de los Reyes. En 1923, constituida la Sociedad Abantos SA con un importante capital (en su mayoría inglés) y bajo la dirección del ingeniero William Solms, se adquirieron 40 hectáreas de Patrimonio Real y 30 municipal para comenzar a urbanizar.
Los chalets construidos antes de la Guerra Civil fueron en total 17, pero la contienda y el crack económico del 29 provocaron que Abantos SA quebrara y que la urbanizadora URESA tomara las riendas, haciéndose cargo del trazado de las calles y liquidando las parcelas que habían quedado libres. En 1943 encargó al arquitecto José Osuna Fajardo el proyecto de un gran hotel de montaña, el Felipe II -situado en un precioso cerro e inaugurado en 1946-. Sin embargo, la ardua labor con los liquidadores y el abandono del Ayuntamiento en cuanto a viales, alcantarillado, suministro de agua, tendido eléctrico, limpieza, vigilancia, etcétera, llevó a constituir La Asociación de Propietarios del Barrio de Abantos ese mismo año, siendo nombrado su presidente Juan Selgas.
Capilla
En 1950, este barrio fue reconocido como uno más del municipio y fue entonces cuando se proyectó hacer una capilla. La parcela, entre las fincas del Carmen y del Tesorillo del Paseo Maestro Alonso, fue cedida por el constructor escurialense Miguel Herranz Guadaño, siendo el autor del proyecto de construcción el arquitecto Pascual Bravo Sanfeliú, ambos miembros de la Asociación.
Así, en la primavera de 1954, la Capilla fue inaugurada, consagrada y dedicada a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de Abantos, cuya imagen policromada presidía el altar. Su torre campanario estaba rematada por un chapitel de pizarra similar a los que coronan las torres del Monasterio.