Cómo el monasterio nos ayuda a entender el arte contemporáneo
ANDI UNCETA PEREIRA.- En este primer diálogo sobre análisis y cultura del arte, hablaremos del Monasterio de San Lorenzo y cómo es el ejemplo perfecto para explicar cómo el análisis tradicional del arte, que separa los elementos formales de los conceptuales, dificulta entender (y disfrutar) el arte contemporáneo. Os hago un pequeño spoiler: esta diferenciación es imposible de hacer, y ahora veremos por qué.
Si estudiamos el Monasterio atendiendo a la metodología tradicional, diríamos que es una obra arquitectónica (clasificación de la disciplina artística) realizada durante la segunda mitad del siglo XVI (fecha), que coincide con el reinado de Felipe II en España (contexto histórico) y el período renacentista español (período artístico). El proyecto fue comenzado por Juan Bautista de Toledo y terminado por Juan de Herrera (autoría), quien marcó el estilo predominante del momento, el estilo herreriano (movimiento o estilo artístico).
Continuando en esta línea, podríamos hacer un análisis estilístico (sobriedad, uso del orden gigante, predominio de lo horizontal, etc.), después un análisis formal (la planta y sus diferentes partes, el alzado, fachadas, etc.) y finalmente un análisis conceptual o simbólico (unión de la monarquía y la Iglesia, función propagandística, vinculación entre el poder monárquico y lo espiritual, la simbología de la parrilla).
Es esta última línea donde mejor vemos la imposibilidad de separar lo estético (o formal) de lo conceptual (o contextual). En el caso del Monasterio, y de cualquier obra de arte, lo formal se apoya en lo conceptual, y viceversa. La planta rectangular dividida en cuadrículas (elemento formal) hace referencia directa y simboliza el martirio de San Lorenzo, quemado vivo en una parrilla (elemento conceptual). Todo el complejo arquitectónico fue erigido por orden de Felipe II en conmemoración de su victoria en la batalla de San Quintín, el 10 de agosto de 1557, que es la festividad de San Lorenzo. Es decir, hay un mensaje de exaltación militar, de propaganda monárquica y de devoción religiosa, además de la vinculación de ambos poderes. En un plano más práctico, también juega un papel la necesidad de crear un lugar de entierro para el rey y la familia real (el Panteón). Todos los elementos del Monasterio, formales y conceptuales, se entrelazan entre sí para transmitir el mensaje del autor (autores en este caso) y cumplir la función para la que fue hecho: la exaltación del poder del rey, estrechamente ligado a la devoción de Dios, resulta en el uso del orden gigante, por ejemplo. Los valores católicos que personifica el monarca, austeridad y severidad, se reflejan en la ausencia de ornamentación.
Trasladando todo esto al arte contemporáneo, vemos que es fácil decir que una obra no es buena porque es fea o simplemente que no me gusta. En primer lugar, no se puede hacer un juicio sin haberse informado sobre lo que se juzga. No entender una obra (quién la ha hecho, por qué, cuándo, para quién, de qué mensaje va acompañada o cuál es su función, si es que la tiene, etc.) no es excusa para decir que no tiene valor. Es natural admirar el Monasterio cuando entendemos su complejidad tanto formal como simbólica, pero quizás alguien que no tiene toda esta información sólo ve un edificio muy grande de piedra gris. No se puede entender una obra atendiendo a sus aspectos formales y conceptuales de forma separada, ya que uno no puede ser sin el otro.
El arte conceptual, por ejemplo, tiene como pilar fundamental la conceptualización de la obra por encima del resultado formal. Es decir, la idea de la obra es más importante que la obra material resultante. Pero la parte formal no deja de existir, y elegir quitarle valor a la estética de una obra es en sí una elección estética. En el otro extremo, podríamos hablar de vanguardias como el Cubismo, cuyos elementos más característicos son estéticos: el uso de formas geométricas, la ruptura con la perspectiva tradicional, la descomposición de objetos y figuras en distintos planos, etc. Y aun así, en la forma hay contenido. No se puede hablar de Las señoritas de Avignon sin hablar de la influencia del arte africano, de la sociedad española a principios del siglo XX y sus valores morales, la prostitución y la sexualidad femenina, y muchos otros elementos conceptuales sin los que la obra no existiría, de la misma forma que el Guernica no existiría sin el contexto histórico de la Guerra Civil.
Es muy sencillo ver una obra de arte y decidir si nos gusta o no de un vistazo, pero nuestro gusto no debería impedirnos admirar una obra y entender dónde reside su valor, para lo cual es fundamental considerar sus elementos formales, conceptuales y contextuales como piezas que conforman un todo, y no como bulletpoints que citar bajo el apartado correspondiente.