“Buenos días… ¿Quién da la vez?…” (y II)
Fdo. del Campo Fernandez-Shaw.- Tuve la ocasión de relatar en el artículo anterior la sensación que muchos tenemos al “ir de tiendas” o, simplemente, comprar algo en los comercios de nuestro querido pueblo… y esa sensación no era buena, no por la atención de muchos de sus excelentes propietarios, sino por la impresión de que “algo se muere lentamente…”: nuestro comercio de proximidad.
Precisamente, “mi peluquero habitual” me acaba de comentar, en esa “conversación de peluquería y de filosofía mundana barata, pero tremendamente real”, su desconfianza ante ese estado moribundo del comercio local… Él (y yo) lo achaca a la general falta de interés y de compromiso de las nuevas generaciones por asumir la responsabilidad de la continuidad y (en su caso) adecuación / mejora del negocio en estos tiempos que corren…; yo creo que hay más razones en este sentido, pero también las hay para vislumbrar un panorama, cuanto menos, esperanzador…
En este contexto, comentábamos mi hermano y yo paseando por La Herrería la necesidad (sí, necesidad) de que este entorno escurialense pueda contar con una escuela de oficios y de determinadas profesiones de las que, como bien sabemos todos los residentes, hay una urgente necesidad: los fontaneros, electricistas, carpinteros, profesionales de la construcción y reformas, camareros, cocineros, empresarios… ¡qué complicado es tener la suerte de conocer bien a alguno y de que pueda estar disponible!
Hay ejemplos locales de escuelas de jardinería, de forja, de música, de tapices, de familia…, que, siendo importantísima su labor (me consta personalmente la de muchas de ellas), su repercusión profesional no incide directamente en las necesidades de cubrir las carencias de las que hablamos.
Y en esa necesidad he incluido la figura del “empresario”. ¿Y es que puede / debe haber en nuestra localidad una escuela de empresarios / emprendedores? Difícil. De hecho, hay iniciativas y departamentos dentro de nuestro Ayuntamiento que intentan colaborar en la medida de sus posibilidades… pero muchos echamos de menos una asociación de empresarios y profesionales fuerte, con proyectos concretos y precisos y realmente eficaz para el tejido empresarial sanlorentino, así como que mantenga una relación con los responsables municipales de respeto, comunicación, independencia y responsabilidad; esta última entendida como la exigencia mutua de disponer de unas empresas, comercios y profesionales con un entorno administrativo accesible, fácil y, a ser posible, razonablemente asequible económicamente… y aún no lo es.
Siempre he sido un absoluto convencido de la necesidad de pertenecer a una asociación, dentro del marco de actividades que cada uno realiza: culturales, empresariales, colaborativas, filantrópicas… pues realmente “la unión hace la fuerza”. Pero ¿para qué? ¿Para servirse de las asociaciones como canal de reivindicaciones personales? ¿De reivindicaciones políticas? No. Ni unas ni otras. Y esto hay muchos asociados que no lo entienden, o no lo quieren entender… Porque pertenecer a una asociación empresarial o profesional es fácil: una cuota mínima, cero responsabilidades, nula participación… Porque si ya uno asume una responsabilidad de dirección, ese compromiso se convierte en un ejercicio de voluntariado altruista pero, eso sí, con permanentes acusaciones de “aprovechamiento”, “manipulación”, “interés oculto”, etcétera, que no digo que haya existido alguna vez, pero no es lo habitual. De ahí mi defensa y respeto (ellos lo saben) a los responsables de dirección de esas asociaciones; no es “plato de buen gusto” asumir esa representatividad, pero si se hace, pues se hace. Y, sin ser incongruente, personalmente es por ese motivo por el que, tras muchos años, he decidido darme de baja de dos asociaciones similares… No hay proyecto, no hay objetivos, no hay medios… no hay voluntad. Y lo digo con tristeza y resignación. Ojalá me equivoque y en breve pueda volver a formar parte de ese colectivo.
Y algunos se preguntarán ¿y qué tiene que ver esta perorata con el título del artículo? Pues todo.
Es desde la sociedad civil y, en este caso, desde el tejido empresarial y profesional de nuestro pueblo, más los clientes y usuarios y más el Ayuntamiento (ya si eso), desde donde nuestras tiendas han de dejar de tener un aspecto anticuado y muy mejorable (escaparates, rótulos, soportes de comunicación…); donde nuestros bares y restaurantes han de tener unas instalaciones limpias, integradas en su entorno (¡ay!) y con personal bien formado; donde nuestro mercado (otro ¡ay! más grande del que ya hablaremos) suponga un motor comercial y hostelero para la localidad; y donde nuestros hoteles puedan renovarse y adecuarse a la demanda actual… -con un guiño hacia ese “enfermo grave” que es (fue) el Hotel Felipe II-. Es generalizar, sí, pero es verdad que hay muchas (cada vez más) excepciones en cada uno de los sectores anteriores y que lo están haciendo muy bien.
Creemos un sistema de formación de profesionales y empresarios ligados a ese triángulo mágico escurialense “naturaleza – arte – historia” único, y enriquezcámoslo con una hostelería y un comercio digno de este entorno privilegiado junto con unos hoteles acogedores para nuestros visitantes.
Aunque ya hablaremos de ellos más adelante, utilicemos la filosofía del prefijo “RE”: reformemos y rehabilitemos espacios únicos, revitalicemos zonas y formatos comerciales moribundos, recuperemos una clientela que mira hacia otros lados, reposicionemos esas especialidades comerciales y profesionales que tantas alegrías nos dieron y reafirmemos nuestra identidad con la transmisión, si todo se hace bien, del “orgullo de pertenencia” a nuestro pueblo.
Así que, me temo, como dice el lema de una conocida marca comercial (pero que personalmente asumo al 200%) “…piensa en global, actúa en local”. ¿Queremos? Aprendamos de los errores pasados.
Podría ser una aventura apasionante. Muchos no lo veremos, pero merecerá la pena.