“Buenos días… ¿Quién da la vez?…” (I)
Fdo. del Campo Fernandez-Shaw.- La semana pasada, en una pequeña tienda cercana al mercado municipal y, tras esperar a ser atendido por la encantadora Amalia (la mujer que la regentaba), entró un hombre de mi quinta más o menos y que, inmediatamente, preguntó a los que allí estábamos… “¿buenos días, quién da la vez, por favor?” Instantáneamente le contesté “yo, soy el último” y el asintió con una sonrisa y me dio las gracias. Me hizo sentirme muy bien y pensar que la humanidad podría no extinguirse tan a corto plazo…
Tras unos minutos, esa persona que estaba delante de mí y próxima a ser atendida, me preguntó que si había probado un producto de la tienda que dudaba comprar y que si lo preparaba de una forma u otra, conversación a la que se sumó el hombre que me pidió la vez aportando su opinión al respecto…en fin, que entre comentarios y sonrisas, pasamos un buen rato o, como dicen los “técnicos”, tuvimos una experiencia placentera de compra.
Pues a eso vamos. Por cierto, los más jóvenes que sigan leyendo este texto (les conviene, dicho con toda humildad), seguramente no entenderán mucho…los que nacimos entre el 50 y el 70 seguro que sí les suena…o sonaba.
Porque “dar la vez” no es otra cosa que “brindar la oportunidad de” o “ceder el turno para” o “esperar a que me atiendan en persona”… El acto implica la humildad y la paciencia de ser el último de la fila y el respeto hacia los que están delante de ti; el acto implica la existencia de un diálogo (no whatsapp) entre personas, de una relación social, de una emoción de sentir “cuando me toque, a ver qué me contesta, qué me sugiere, cómo mejora mi elección de compra”… es decir, hechos y emociones en un lugar de encuentro y de comunicación visual, física e, insisto, emocional.
Esto es comercio local, comercio de barrio, comercio de proximidad…llamémoslo como queramos… pero, aunque la expresión ya está muy manida, “es la actividad que vertebra y llena de vida nuestras calles”; sin este comercio, el pueblo se vacía y, como tal, muere lenta y lánguidamente…
La proliferación del formato de supermercado y de centro comercial en los pueblos (generalmente fuera del casco urbano), fue el inicio de los problemas para este tipo de comercio próximo a nosotros, para estas tiendas de barrio regentadas por los que se denominaba (despectivamente) “tenderos”; y es que fruto de muchas y complejas razones, esos “tenderos” no supieron, o no pudieron, o no quisieron entender lo que pasaba…quizá no tenían ni tiempo ni medios para saberlo. Muchos heredaron su negocio, muchos involuntariamente…no había más alternativa. Y de aquellos polvos, tenemos estos lodos…
Estos “tenderos”, unos ya jubilados, otros a punto de hacerlo, no tienen quien les sucedan, pues la generación siguiente a ellos, sus hijos o familiares o allegados fue “protegida” por los mismos “tenderos” para que no pasaran sus calamidades, sus madrugones, sus dolores de pies, sus problemas económicos y de salud, …su “que no haga lo mismo que yo, que no he hecho sino vivir para trabajar… que estudie una carrera”.
Nuestro querido Real Sitio, es un sitio tan real como que hay multitud de locales cerrados, algunos vandalizados, con un comercio de proximidad herido y, diría, de gravedad… Pero no, lo siento… me niego a ser pesimista.
Hace no tantos años había una representación de la práctica totalidad de productos y servicios que podían conformar las necesidades de los vecinos: un mercado lleno de vida, unas tiendas de ropa para él y para ella (sobre todo), arreglos de cosas, tiendas de alimentación tipo “ultramarinos” (siempre me fascinó esta denominación), tiendas de profesionales de diversos sectores, especialidades hoy desaparecidas, etc.
¿Qué está pasando, pues, desde hace tantos años sin una (aparente) reacción al respecto?
Creo que muchos lo sabemos. Los responsables de esta situación somos un poco todos; nuestro ayuntamiento, por disponer de la potestad reguladora del comercio local; los “tenderos”, luego llamados “comerciantes” y ahora denominados (con la boca pequeña) “empresarios” o “emprendedores”; los compradores / clientes / consumidores.
Siempre el área de comercio –consumo– hostelería de cualquier concejalía municipal ha sido el “patito feo” de los servicios municipales de cualquier ayuntamiento; siempre los responsables municipales han centrado sus esfuerzos en otras áreas más rentables económica o políticamente… y siempre llegamos a la misma pregunta: no se hace más ¿porque no pueden, porque no saben o porque no quieren? Y siempre llegamos a la misma respuesta: las dos primeras tienen solución, la última no. ¿Y? Las mismas últimas preguntas se las pueden hacer los “empresarios” o “emprendedores” de ahora y, por supuesto, los propios clientes.
Soy consciente de la dificultad de crear una figura que aglutine el eje ayuntamiento –empresarios– consumidores y del supuesto trastorno de crear una encuesta y un análisis de necesidades, unos objetivos, una agenda, una planificación, dedicarle un tiempo (ojo, eso sí, gratis para la mayoría), unos recursos… pero ¿vamos a seguir cada uno por nuestra cuenta? ¿Es tan difícil compatibilizar formatos de distribución de grandes y medianas superficies con un comercio de proximidad con personalidad, con valor añadido, diferencial, formado y adaptado a las necesidades de hoy en día? Seguro que es difícil… ¿pero se ha intentado de forma seria, comprometida y organizada?
Así que, me temo, como dijo nuestro querido escritor portugués y Premio Nobel de Literatura, José Saramago, que si “…el centro comercial es la nueva catedral de la sociedad actual…”, si no reaccionamos ante este statu quo, tendremos lo que nos merecemos. ¿Queremos? Aprendamos de los errores pasados.
Podría ser una aventura apasionante. Muchos no lo veremos, pero merecerá la pena.