Abraham Fernández-Quejo: el arte en miniatura le proyecta como futuro gran escultor

Dentro de los actos de la Semana Santa de San Lorenzo de El Escorial, la Casa de Cultura ofrece al público las exposiciones Semana Santa: ayer y hoy y La Pasión en Miniatura, organizadas por la Junta de Cofradías, de las que podrán disfrutar en la Sala Félix Bernardino, hasta el 20 de abril.
La primera, está organizada con motivo de la celebración del 75 aniversario de la Junta de Cofradías, y en ella se muestra el trabajo y la evolución, tanto de las imágenes y ornato de las Cofradías y Hermandades como de la evolución procesional que han dado vida a la Semana Santa, declarada desde 2014, de interés turístico regional.
En la segunda, la obra del joven sanlorentino Abraham Fernández-Quejo Nogal, artista sacro y escultor apasionado por contar historias a través de la escultura religiosa. Su primer contacto con el arte fue dibujando imágenes de La Pasión, lo que despertó su profunda fascinación por el arte sacro.
Dada la espectacularidad de su obra, hemos querido conocer más acerca de esta promesa de la escultura sacra tanto en miniatura como en tamaño real que, aunque sólo se da a conocer un detalle de su genio en esta exposición, avanzamos que este gurriato apunta maneras de gran artista.
Abraham, cuéntanos un poco acerca de tu vida.
R.- Nací el 10 de julio de 1990 en San Lorenzo de El Escorial, donde he crecido y vivido siempre. Cursé primaria en el Colegio San Lorenzo y secundaria en el IES Juan de Herrera. Desde pequeño he sido un apasionado del arte en todas sus formas: el dibujo, el canto, el teatro… pero, sobre todo, el arte religioso.
Actualmente me dedico a la peluquería y trabajo junto a mi hermana Moni en Venus Peluquería. Para mí, este oficio también es un arte, y además, ¡nos lo pasamos en grande! A lo largo de mi vida, siempre he compaginado mi trabajo con mis aficiones artísticas, incluida la música. En el año 2011, muchos me conocieron por mi participación en el programa La Voz, cuando este se estrenó en Telecinco. Aunque la música siempre ha sido más un hobbie que una verdadera pasión, aún me subo de vez en cuando a los escenarios para disfrutarla, pero sin aspirar a más porque realmente no es algo que me haga feliz.
Desde pequeño, otra de mis grandes pasiones ha sido la pintura. Pasaba horas frente a hojas en blanco dibujando cristos y vírgenes, con la Semana Santa como fuente de inspiración.
Siempre me ha fascinado pensar en el trabajo que hay detrás de una escultura o trono de Semana Santa. Muchas personas los ven como algo dado, como si siempre hubieran estado ahí, pero yo me preguntaba: ¿quién los ha creado? ¿Cómo se ha tallado cada detalle? Esa curiosidad fue lo que despertó en mí una admiración profunda por la escultura sacra y, con el tiempo, me llevó a querer aprender de ello.
Actualmente, formo parte de una escuela de arte sacro, donde fui seleccionado para una beca talento de “modelado del rostro” tras demostrar en un reto de siete días mi capacidad creativa y técnica en el modelado de bajorrelieves.
¿De dónde le viene la casta al galgo?
Sin duda, este amor por el arte sacro me viene de mi padre, Jesús Enrique Fernández-Quejo, ‘Quique’ para todos los que le conocen. Él ha vivido la Semana Santa de nuestro pueblo con una pasión y devoción inmensas. Durante gran parte de su vida, formó parte de la directiva de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad, y uno de sus momentos más especiales era cada Martes Santo, cuando se encargaba de colocar la imagen de la Virgen en el paso para la procesión.
Tengo un gran recuerdo de esos días: me encantaba acompañarle a las cinco y media de la tarde a la parroquia de San Lorenzo para ayudar a preparar el paso. Luego lo bajábamos hasta el barrio del Rosario, donde sacaban la imagen de la capilla en brazos para subirla al trono. Esa experiencia, es algo que podría decir, que hasta me emocionaba. Ese contacto directo con la imaginería procesional, me marcó profundamente y, sin duda, sembró en mí la admiración por el arte.
Entre todas las artes, escoges quizás la más difícil: la escultura. ¿Por qué?
La verdad es que, cuando eres artista, es complicado elegir un solo camino. Manejas distintas disciplinas y, en cierto punto, sientes la necesidad de fusionarlas o decidir hacia dónde enfocar tu creatividad. Sin embargo, si miro atrás, siempre he sabido que la escultura es lo que más me ha fascinado desde pequeño.
De hecho, todas las imágenes que se ven en esta exposición pertenecen a mi colección personal, una colección que he ido reuniendo a lo largo de mi vida. Fue precisamente ese vínculo con la imaginería lo que me llevó a iniciar este proyecto de artesanía cofrade que podréis ver en la exposición: quería dar a cada imagen su propio trono para representar la historia de la Pasión de una manera única. No se trata solo de miniaturas, sino de darles un contexto, una narrativa visual que haga justicia al significado que representan.
Y para hacerlo más difícil, ¿en miniatura?
Jajaja (Risas) Bueno, en realidad la parte en miniatura es este proyecto de artesanía cofrade, e incluso el mundo belenista para Navidad, ya que también me gusta hacer elementos para belenes, como rocas, casas y fachadas, etc…
Sin embargo, mi formación actual está enfocada en el modelado del rostro y la escultura a tamaño real en barro, por lo que también trabajo con formatos mucho más grandes.
Hacer pasos en miniatura es un reto, no solo por la escala, sino por mantener la esencia y el impacto visual de los procesionales reales. Para mí, es un homenaje a la imaginería y a cada escena de la Pasión. Además, los diseños de la exposición son creaciones únicas; no busco copiar pasos originales, sino transportar al espectador a una Semana Santa en miniatura.
Sobre todas las temáticas, habidas y por haber, escoges la escultura litúrgica ¿Qué te conduce a ello?
Como mencioné antes, la escultura siempre me ha fascinado en todas sus formas. Recuerdo cuando vi en persona el David de Miguel Ángel en Florencia… se me pusieron los pelos de punta. La capacidad que tenía para transmitir vida y emoción a través de la piedra es algo que realmente me impacta.
Pero, sin duda, dentro de todas las ramas de la escultura, la imaginería es la que más me atrae. No solo por su belleza, sino porque va más allá de lo visual: cada imagen cuenta una historia y transmite una emoción profunda. De hecho, uno de mis mayores sueños sería poder crear algo para San Lorenzo, una obra que esté hecha con mis manos y que forme parte de su historia.
¿Recuerdas cual fue tu primer encuentro con la Semana Santa Sanlorentina y qué te evocae se momento? (Si lo quieres compartir con nosotros).
(Risas) Pues sí, lo recuerdo perfectamente, y seguro que te va a hacer gracia: al principio me daba miedo. Me escondía detrás del abrigo de mi madre cuando veía a esos señores con capucha acercarse. Para un niño pequeño, aquella imagen era impactante.
Con el tiempo, ese miedo se transformó en admiración. Empecé a fijarme en los detalles, en los pasos, el sonido de las cornetas y los tambores rompiendo el silencio, en la solemnidad de la procesión… y terminé completamente fascinado por la Semana Santa y todo el arte que la rodea.
¿Cómo invitarías a la gente de tu edad para que se hagan partícipes, no sólo de la participación de la Semana Santa sanlorentina, sino también en su organización?
La Semana Santa es una tradición que no podemos dejar perder, especialmente con la belleza y el significado que tiene en nuestro pueblo. Cada Viernes Santo, muchas personas de fuera vienen a ver el desfile procesional, pero sería maravilloso recuperar el sentimiento de aquellos años en los que las filas de nazarenos parecían interminables, como en las procesiones de la Piedad o el Cristo de la Buena Muerte.
Además, con el tiempo, se ha ido perdiendo un poco la costumbre de salir a la calle para ver pasar la procesión. Desde aquí, animo a todos a hacerlo, porque no solo es un acto de fe y tradición, sino también una oportunidad única para disfrutar de música en directo. Muchas marchas procesionales suenan como auténticas bandas sonoras de películas, y vivir esa experiencia en persona, sintiendo la emoción de cada nota acompañando el paso de las imágenes, es algo inolvidable.
De hecho, esta pasión por la Semana Santa es algo que yo mismo estoy transmitiendo a mis sobrinos pequeños, tal como hicieron mis padres conmigo. A ellos les encanta que los suba a recoger cada noche para salir juntos a ver una procesión, y eso me llena de ilusión.
Mucha gente no es consciente del trabajo que hay detrás de una escultura y de la organización de la Semana Santa. Antes era un mundo cerrado, pero gracias a las redes sociales, cada vez más escultores muestran sus procesos, permitiendo que más personas, especialmente jóvenes, descubran y valoren este arte. Lo veo reflejado en mi propia cuenta de arte cofrade en Instagram, donde hay un gran interés por este mundo.
Quizás, si los jóvenes pudieran ver más de cerca todo lo que implica la Semana Santa, su interés crecería. Sería positivo que las cofradías de nuestro pueblo tuvieran más actividad en Instagram, compartiendo más fotos de sus imágenes, siguiendo a más personas para ampliar su alcance y anunciando sus salidas procesionales en redes sociales.
Y si me mojo un poco más, también creo que se necesitan ciertos cambios. Siempre se ha dicho ‘renovarse o morir’, y la realidad es que no es que los jóvenes no quieran salir a ver las procesiones, porque vemos cómo muchísima gente y joven, viaja al sur para disfrutar de la Semana Santa allí. Tal vez deberíamos tomar nota y atrevernos a introducir cambios que realcen aún más nuestros tronos y nuestra Semana Santa, sin perder su esencia, pero haciéndola más atractiva y cercana a las nuevas generaciones.
Entendemos que el mundo del arte es complejo, primero por ser un don. Pero, sobre todo porque también requiere de mucha técnica, lo que conlleva un tiempo de aprendizaje y muchas horas de dedicación.
Sin duda, el arte requiere muchas horas de trabajo y dedicación, especialmente cuando no es tu actividad principal. Como comentaba al principio, me dedico a la peluquería, así que mi tiempo es limitado. La escultura la practico sobre todo por las noches, después de terminar el trabajo. Pero cuando uno tiene una verdadera pasión por algo, no importa el tiempo que haya que dedicarle. Hay que estar dispuesto a sacrificarse, porque al final, es esa pasión la que te lleva a seguir adelante, independientemente de los retos o las horas.
Del mundo del arte, también sabemos que profesionalmente resulta muy difícil poder vivir de ello. ¿Qué expectativas tienes al respecto?
Es cierto que es muy difícil vivir del arte, pero… ¿qué pasaría si no lo intentas? Prefiero intentarlo y arriesgarme a quedarme con las ganas y arrepentirme en el futuro. Mi gran ilusión sería poder vivir de ello, que la gente valore lo que hago, que aprecien el esfuerzo y las horas que dedico a cada trabajo.
Sé que no a todo el mundo le va a gustar de mi arte, pero eso pasa con todo y todos en la vida. Al final, el arte es bonito según los ojos de quien lo mira y lo valora, y eso es lo que lo hace especial.
Con esta exposición, también presento mi proyecto como una oportunidad para que quienes aprecian mi trabajo y valoran el arte puedan ponerse en contacto conmigo y puedan hacerme encargos. Si tienen alguna imagen religiosa en miniatura en casa que les gustaría ver representada en un trono personal y único, solo tienen que ponerse en contacto conmigo, y estaré encantado de crear una obra en miniatura para ellos.
¿Qué novedades aportas de tu trabajo a esta exposición?
Este año, además de presentar cuatro nuevos tronos en la exposición, he reformado y remodelado muchos de los que se vieron el año pasado en la Casa de Cultura. Quería mostrar no solo el progreso de los trabajos, sino también reflejar los conocimientos que voy adquiriendo en mi aprendizaje.
Además, me gustaría en el futuro impartir cursos y animar a los jóvenes apasionados por este arte a aprender y seguir esta tradición.